El camino para llegar es lo que engrandece a los Juegos
Estar en los Juegos Olímpicos. Esa es la meta de todas las selecciones, que se preparan durante cuatro años para conseguir ese objetivo. Los Juegos son la Meca. El no va más. Así se ha establecido en el gen deportivo del balonmano, que hasta ahora sólo ha estado en doce programas olímpicos.
Y, sin embargo, deportivamente, aunque el camino sea el más exigente de todos, la realidad es que la competición olímpica pasa por ser la segunda o la tercera competición de más relieve deportivo. En Río de Janeiro habrá 12 selecciones, y de ellas ocho europeas, con lo cual se habrán perdido por el camino tres o cuatro buenos equipos que podrían aspirar a estar en el podio.
La IHF, con buen criterio, aunque en mal momento y explicado de peor manera, hace tiempo que excluyó al representante campeón de Oceanía para entrar en los Campeonatos del Mundo, y mucho menos de los Juegos. Australia era peor que un convidado de piedra, porque era el equipo a golear, y eso no era un buen espectáculo ni para el que gana sin valor, ni para el que pierde de manera bochornosa.
Pero tampoco parece probable que Argentina o Brasil puedan presentar oposición suficiente a las selecciones europeas, y sólo Qatar, con Valero Rivera y sus nacionalizados, da la impresión que puede estar al nivel de los mejores. Por eso los Juegos son la competición más asequible: nueve selecciones para tres plazas en el podio; en los Europeos y en los Mundiales son más los aspirantes y mayor la competencia. Eso sí, y ahí reside su importancia: los Juegos son cada cuatro años, y todas las competiciones internacionales son como un gran arel para hacer esa criba definitiva. Es ahí, en el camino, donde están las dificultades que engrandecen los Juegos.
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