Vaya por delante que jamás he sido corporativista, y que aplaudo gran parte de la gestión de Paco Blázquez al frente de la Federación Española. Y no debo ser yo sólo el que considera que lo ha hecho bien durante su primer mandato, porque ha sido reelegido presidente con todos los votos de la Asamblea, menos el del Barcelona, que se justifica por neutralidad, aunque uno opina que no se puede ser neutral cuando se trata de mejorar.

Pues bien, entre los grandes éxitos de Blázquez, como gestor, está el saneamiento de la Federación, el impulso de las selecciones, la llegada de más patrocinadores, y la pacificación del balonmano, más que nada porque ahora la Asobal va de la mano de la Federación.

Ahora, por aquello de mejorar, ha cambiado la estructura técnica de la Federación Española, con renovación de técnicos porque el año 2016 no acabó tan bien como se esperaba. Hasta ahí, imposible la crítica, porque los relevos son contrastados.

Sin embargo, tras muchos años de críticas, al final Jesús López Ricondo entendió que era necesario que la Selección tuviese un periodista profesional que surtiese de noticas a los medios durante los grandes campeonatos y sirviese para gestionar el trabajo de la prensa con los jugadores. Y de esa manera profesionalizó un gabinete de prensa propio, que mantuvo Juan de Dios Román, y también Blázquez.

Pero al empezar su segundo mandato Blázquez ha dado un paso atrás a toda la modernidad. Ha decidido que Iker Romero, una de las estrellas del balonmano nacional, que últimamente ejercía como imagen de la Selección, además sea el intermediario de la prensa con los Hispanos. Y no digo que no esté capacitado, pero sí que es un puesto para un profesional de la comunicación habituado a esa labor, como tampoco se aprobaría que el médico fuese un curandero, que no es el caso ni se tenga como una comparación. Aún está a tiempo el presidente de corregir el dislate.