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La vida de los demás

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Un blog para tratar el pasado, presente y futuro del baloncesto tanto nacional como internacional: ACB, ULEB, Euroliga, Eurocup y la NBA.

Autor: Juanma Rubio

La vida de los demás

"La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa" (Albert Einstein)

El deporte es maravilloso. Fuera de sus superficialidades y travestismos es un muestrario de lo mejor que hay en el ser humano. Y pienso en sus instancias más épicas y desmesuradas (una final olímpica, un Mundial de fútbol, la Superbowl, Wimbledon, los playoffs NBA…) pero también en un puñado de niños jugando al fútbol o al baloncesto en cualquier parque de cualquier rincón del mundo. El deporte es maravilloso y poder hablar (escribir) de él también lo es. Es vivir el periodismo en positivo, narrar hazañas y récords, contar historias y también, cómo no, colar de rondón algo de uno mismo. Estoy convencido de que lo es, casi siempre. Porque a veces lo estropeamos a golpe de forofismos, polémicas vacuas e interpretaciones maliciosas. También a veces, el propio deporte se afea: dopaje, insultos, violencia. O simplemente navega en su burbuja, abstraído y querido de sí mismo, amputado quirúrgicamente del mundo y la vida de los demás: de la calle. A veces hablamos y hablamos (cifras, previsiones, glamour, sueldos…) y permitimos que vuelen por debajo del radar, anónimas, historias duras pero maravillosas que tocan al deporte. Historias de esas de las que están hechos los huesos de la vida, que no hacen más que recordarnos lo que somos, dónde estamos y cuánto podemos hacer cuando nos lo proponemos. Historias que recuerdan lo que dijo el poeta que resumió en dos palabras todo lo que había aprendido: “sigue adelante”. Bienvenidos a la historia de Brian Grant.

Grant_apertura


Grant_sghaq

En la temporada 2005/06 Grant se va a Boston, donde es cortado. Poco después decide poner fin a su carrera por culpa de una rodilla hecha trizas. Y aquí es donde empieza realmente la historia, al menos la que ahora quiero contar. Por una vez donde acaba el baloncesto y empieza la vida, que es un juego en el que cuentan menos las cartas que tienes y más lo que haces con ellas. En esa vida suya Grant se granjeó amistades allá donde fue. En sus años en Portland (1997-2000) se ganó el corazón de la ciudad por su integración, su implicación en la comunidad (en ese concepto tan americano de la palabra) y su trabajo constante en una fundación para ayudar a quienes necesitaban ayuda. En 1999 ganó el premio ‘Mejor Ciudadano J. Walter Kennedy’. Era él, los pies en el suelo y una de las sonrisas más sinceras y acogedoras del deporte. Él: los periodistas que le trataron todavía cuentan hoy que hay pocos deportistas con los que se han relacionado de una forma tan profunda. Pat Riley le mandó de Heat a Lakers con el corazón encogido y la promesa de que podría contar con él cuando le necesitara. La retirada supuso el vacío del deportista en el limbo, de la persona que queda en mitad del camino (34 años) pero sin camino bajo los pies. Muchas dudas y temblor en una mano que primero se relacionó con el estrés del adiós a las canchas. Planes de convertirse en comentarista truncados por el miedo, entrevistas rechazadas por temor a que esos recién descubiertos temblores de su cuerpo le traicionaran ante las cámaras.

“No quería que vieran cómo me temblaba la mano. Pensaba que iban a ver ante ellos a una persona débil, que me iban a mirar como si fuera un objeto que se ha roto”

Negación, depresión, divorcio y nuevas consultas médicas que revelan que Brian Grant estaba en ese porcentaje de menos del 20% de enfermos de Parkinson que desarrollan la enfermedad con menos de 40 años. El Parkinson es un trastorno neurodegenerativo crónico que conduce con el tiempo a una incapacidad progresiva. El Parkinson comienza con temblores en reposo, rigidez muscular, pérdida de reflejos y lentitud en los movimientos voluntarios. El parkinson es esencialmente esto:

“No es como si te atropella un autobús. Es como estar en mitad de una carretera con zapatos de cemento y escuchar que el autobús se acerca. Lo escuchas y lo escuchas pero no sabes en qué momento va a alcanzarte”

Las palabras son de Michael J. Fox, en tiempos actor e icono juvenil, ahora enfermo de Parkinson e imagen de la lucha contra esta enfermedad en Estados Unidos. Michael J. Fox, Muhammad Ali… y ahora Brian Grant. Rostros que encierran historia y leyenda pero por encima de todo, hoy y en el mundo real, rostros de personas enfermas que ayudan a otras personas enfermas y enseñan a vivir a todos los demás. Sin quejas por el reparto de la baraja y jugando con las cartas que han caído en su lado del tapete.

Quien ha tenido cerca esta enfermedad u otras, quien conoce el proceso degenerativo, la lucha y el sufrimiento, la colisión contra montañas imposibles de escalar, las esperas, la pena y el sabor agridulce de la esperanza tantas veces vana, entenderá esta historia. Pero prefiero pensar que la entenderá cualquiera porque enlaza con lo mejor que hay en nuestra esencia, en nuestra condición de humanos. Enlaza con nuestros miedos, con nuestra maldita debilidad, con la aleatoriedad de la existencia y con el valor del corazón, ese órgano cuyas medidas son mucho más que 12 centímetros de longitud, 9 de anchura y 6 de grosor.

Grant_lucha

La historia de Brian Grant es la historia de la regeneración, del aprendizaje, de la reafirmación, de la felicidad nacida del drama más amargo. Leyéndole y escuchándole se escapan lagrimas y se escapan sonrisas, y creo que no hay mejor forma de definir una historia de las de verdad. Grant toca fondo, se encierra en sí mismo, agudiza su depresión y vuelve a vivir (casi literalmente una nueva vida) cuando comprende y asume su enfermedad y sobre todo cuando conoce a otras personas que la sufren. Personas anónimas, con pocos recursos. Personas que tienen que esconder su enfermedad, como apestados, para no perder su trabajo. Personas que envidiaban a tipos como Brian Grant, jugador de baloncesto.

“Pensé que sería muy egoísta no contarle al mundo que tenía parkinson y negarme la posibilidad de hacer algo, aunque sólo fuera recaudar fondos o convertirme en una voz que hablara por todas esas personas”

El resto es el triunfo sobre el drama, el trabajo sordo y constante (no lo olvido: así era en las zonas), el contacto con Fox y Ali, el anuncio público (al mundo) y privado (a sus hijos, a sí mismo). Y otra vez la sonrisa. Porque seguramente Brian Grant no merecía nada de lo que le ha ocurrido y le va a ocurrir pero se podrá llevar, cuando se vaya, el cariño de los que ahora le conocen y el respeto y el afecto de los que le conocieron en sus años de vino y rosas, de rebotes, camisetas sudadas y sonrisa permanente. Reactivada su fundación y centrada en la lucha contra el Parkinson, Portland Trail Blazers ha estado ahí (cesión del Rose Garden para sus actos benéficos, publicidad, llamamiento a ex jugadores y figuras públicas…), Karl Malone (el que le abrió un pómulo de un codazo en plenos playoffs del Oeste) ha estado ahí. Bill Walton, Rasheed Wallace, Alonzo Mourning, Brandon Roy, Charles Barkley o Bill Russell han estado ahí. Pat Riley, por supuesto, ha cumplido su antigua promesa y ha estado ahí.

Grant_final

La historia de Brian Grant es la historia de quien no puede vencer a la enfermedad pero puede construir una vida alrededor de ella. Es la historia de una persona que sufre en silencio y trabaja a voz en grito para otros como él, hechos de carne y hueso aunque nunca bendecidos con la posibilidad de hacer carrera como jugador NBA. Me parece un ejemplo tan edificante que simplemente tenía que escribir esto. Lo pensé hace tiempo y me he decidido ahora que Xavier, su antigua universidad, ha retirado su camiseta número 33 de los Musketeers. En ese acto, Grant habló con los jóvenes que hoy juegan en Xavier. Les pidió que no dieran nada por supuesto en la vida y que aprovecharan hasta el fondo cada oportunidad que les llegara. La posterior confesión de Andrew Taylor, uno de esos jugadores, provocó a buen seguro la enésima sonrisa de un tipo inmenso, todavía con cuerpo de ala-pívot: “Sólo queremos salir a la cancha, darlo todo… y dedicarle el triunfo a Brian”.

Esta es la historia de un tipo con rastas y un tatuaje de Bob Marley al que pertenece un pequeño porcentaje de esas horas de sueño que muchos nos hemos quitado para ver a quienes consideramos héroes cuando son personas, algo mucho más importante que todo lo demás. Es en definitiva una historia finalmente hermosa que volvió a mi gracias a un artículo de Slam, una de esas revistas que sigue haciendo reportajes de los que valen la pena el tiempo de lectura y un puñado de monedas (¿eso es el periodismo, ¿no?). Aquí está el enlace, homenaje y recomendación porque esto nunca ha querido ser un robo sino una extensión, una pincelada personal y unas palabras (aunque supongo que nunca las leerá) para un buen tipo que fue honrado en las canchas de baloncesto y que es honrado y sincero con las circunstancias de su vida. Para mí es una lección y para él un triunfo. Porque Bertrand Russell dijo que los que temen a la vida ya están medio muertos. Y porque se rebela todos los días contra eso Brian Grant no sólo está muy vivo: ha ganado.

“La gente no me ve las 24 horas. No me ve cuando estoy hundido. Me da miedo no tener control de mí mismo y que alguien tenga que hacerse cargo de mí. No siempre puedo digerirlo todo y a veces caigo en picado. Soy humano. Pero ahora aprecio cada día que tengo. Antes me quejaba por cosas insignificantes. Es una enfermedad que nadie quiere sufrir, por supuesto, pero creo que me ha abierto puertas que nunca hubiera abierto si no hubiera tenido Parkinson. Ahora siento que los mejores años de mi vida están por llegar”

*Puedes seguir a Brian Grant en Twitter: http://twitter.com/bwgrant

*Y puedes informarte sobre su fundación: http://shakeittillwemakeit.com/


8 Comentarios

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fernando

gran artículo, maravilloso, ha sido todo un placer leerlo. Y gran historia la de Grant, sin duda una historia que merece ser contada, enhorabuena Juanma por hacernosla llegar tan deliciosamente escrita(artículos como éste escasean hoy en día y es por eso que se habla de la decadencia del periodismo deportivo español, sin embargo todavía no se ha perdido la esperanza, sigue así!)

01/28/2011 07:34:54 PM

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Santi

Tengo el corazón en un puño, literalmente. Extraordinario artículo, Juanma. Enhorabuena. Por la historia y por la forma de contarla y por tu sensibilidad. Si hubiera más periodismo deportivo así... tú lo engrandeces con tus crónicas y con artículos como este. CRACK

01/28/2011 07:37:40 PM

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David

Impresionante!! grandioso artículo!! enhorabuena!! aunque se trata de una historia triste, creo que ofrece muchas enseñanzas. me encanta cómo escribes, disfruto mucho leyéndote! un saludo!

01/29/2011 12:08:50 AM

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rubo

Da gusto leer artículos así, por dios Juanma, ¿no te podrían poner cada artículo que escribas en portada? Un saludo

01/29/2011 03:58:49 AM

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Alvade

Sinceramente, merece la pena pagar unas monedas, pero tanto el artículo original, como los tuyos, xq esto sí es periodismo (y del bueno). Yo todavía tengo en mi casa un póster (ya guardado, x viejo), del tándem Mason-Grant-Mourning, y otro en el q salía con Sheed, Pippen, y Steve Smith...Buen tipo, q le vaya bien, y lo más importante, q lo lleve lo mejor posible.

02/07/2011 02:29:49 PM

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a

muy bueno

02/07/2011 09:38:44 PM

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Luke Cage

Gente como Grant engrandece la vida y gente como tu engrandece una profesión tan de capa caída como el periodismo

02/08/2011 04:03:14 PM

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PAZ

No he jugado nunca al baloncesto. No he visto nunca un partido completo. Es más, ni siquiera me ha gustado nunca. Pero la curiosidad despertada por el conocimiento de otra persona, que como a mí, se le diagnostica la Enfermedad de Parkinson, antes de los 40 años, me ha llevado a leer un estimulante artículo, lleno de una humanidad y sensibilidad, que desgraciadamente no encontramos en nuestra lucha diaria, los enfermos anónimos. Vamos perdiendo, además de movilidad, amigos de muchos años que se empeñan en no asumir una clara sintomatología. Por no hablar de lo "escandalosamente mal" que cae en muchas empresas (la mía es pública), que tengamos la osadía de querer seguir trabajando, demostrando día a día y ante todos, nuestro deterioro. No quieren entender que eso nos hace sentirnos útiles, vivos y eso redunda en beneficio de un avance más lento de lo inevitable. Gracias por expresar de un modo tan exacto, lo que supone para alguien joven, asumir una enfermedad asociada a la 3ª edad, y sobre todo la vergüenza que tiñe nuestros primeros años (ocultando los miembros afectados, que con su delator temblor, nos evidencia ante los demás), antes de la aceptación inevitable que abandonamos definitivamente el gran colectivo de las personas denominadas "normales".

03/05/2011 05:11:20 PM