Se ha montado una buena polémica a propósito de la iniciativa de la Federación Española en el sentido de exigir un carnet para participar en las carreras populares. Son significativos los comentarios con que habéis enriquecido la noticia publicada en AS. Alrededor del 90% de los lectores que se han animado a opinar lo ha hecho en contra, a veces con virulencia, acordándose de la tan denostada Sgae, que casi cobra hasta por cantar en la ducha. Lo cierto es que nueve euros al año no parece mucho dinero, pero es que la mayoría de los corredores populares se pregunta por qué debe pagar a una Federación Española de la que en muchos casos no tenía noticia hasta ahora y que, en teoría, atiende sobre todo a la élite.
Los organizadores están mayoritariamente en contra, pero de forma distinta. Unos dicen que este Carnet no hace falta; otros que llega tarde y mal; otros me temo que lo que piensan es que a ellos también les gustaría recaudar más y ven a la Federación como una rival; otros... Os puedo garantizar que hay algunos, incluso, que dicen unas cosas en la Federación y otras en privado. En fin...
Yo creo que la RFEA tenía que haber hecho una amplia campaña divulgativa antes de poner en marcha el proyecto. "Hechos consumados y ordeno y mando federativo". Dos frases que han repetido varios organizadores. La impresión es que no se ha contado con nadie. No sé si será así, pero así se siente.
¿Y los corredores populares? Son poco dados a la reglamentación excesiva. El movimiento de las carreras populares nació en España a finales de los años setenta de forma espontanea. Yo llegué a ser vocal de Prensa del Maratón Popular de Madrid (Mapoma) en unos momentos ilusionantes... hasta que lo dejé porque nadie me hacía mucho caso en la Directiva. Pero esta es una historia que quizá no venga a cuento.
Volvemos al Carnet del Corredor. Yo no lo veo mal del todo, pero lo veo imposible. Conseguir que en España 200.000 personas pasen por 'taquilla' para, simplemente, correr, es imposible. Proliferarán los corredores populares sin dorsal, aquellos que corren por el placer de correr por las calles de una ciudad o de un pueblo, que se toman la marca con su propio reloj, y a los que le da igual estar en un ránking o no, que ya tienen Seguridad Social que cubra un posible accidente y que, en todo caso, están amparados por los seguros de la carrera correspondiente. Ponerle puertas y ventanas al campo (al deporte popular masivo) es imposible, al menos en España. Y pensar que se prueda prohibir a alguien correr una prueba popular porque no tiene un carnet me produce, sinceramente, sonrojo.