La mañana del lunes fue larga e intensa: de nueve menos cuarto a dos y media de la tarde. Estaba anunciado que Reyes Estévez y Nuria Fernández iban a declarar al Juzgado de Instrucción número 24 de Madrid, cuya titular es la juez Mercedes Pérez Barrios. Pero, ¡oh sorpresa!, la nómina de declarantes no se quedaba en dos, sino que ascendía a cinco: además de Reyes y Nuria, estaban citados Digna Luz Murillo, Eugenio Barrios y José Luis Pascua, hermano de Manuel.
Apareció Reyes, tranquilo y relajado. Saludó cordialmente a los que allí estábamos (Begoña Fleitas, de Marca, y el que esto escribe, madrugadores impenitentes), preguntó dónde estaba el juzgado, se lo indicamos (por desgracia, ya somos habituales en estos pasillos) y prometió que a la salida de la declaración nos contaría cómo había ido la cosa. Cumplió su promesa.
"En primer lugar, vengo sólo como testigo. Es verdad que estuve en una reunión con Yolanda Fuentes y con otras personas en El Escorial, pero ahí no se habló de sustancias ilegales ni allí las había. O si las había, yo no las vi", dijo. Cuando le pregunté que de qué se había hablado en esa reunión, contestó: "Prefiero no comentar eso aquí". Y luego proclamó: "Nunca he utilizado sustancias dopantes. Creo que estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado. No tengo nada que ver con Marta Domínguez. Aquí hay mucho arroz para poco pollo. Lo que deseo es que todo esto pase lo más pronto posible, para poder entrenarme tranquilamente".
Y se fue tan tranquilamente como había llegado. Todo muy natural, sin dramatismos. Sin intentar escapar de los fotógrafos. En aquellos momentos, los que allí estábamos, que ya éramos una media docena, no sabíamos que Interviú había publicado unas espeluznantes informaciones acerca de una enfermedad de Reyes después de doparse presuntamente con motivo de los Campeonatos de Europa, en los que fue cuarto. Me ahorro los detalles: los tenéis en nuestra página web y en la propia revista.
Por cierto, Reyes aclaró que Luis Miguel Landa era un simple supervisor de sus entrenamientos, pero no su entrenador definitivo. "Me lo estoy pensando, pero es muy posible que me vaya a Barcelona (Reyes nació allí y allí se hizo atleta de élite) para buscar otras alternativas. Y es que algunos entrenadores prestigiosos de Madrid ya advirtieron que no querían entrenar a Estévez. "Quizá pase a prepararse con Vicente Egido", apunta Ignacio Romo, redactor de Público y amigo desde hace muchos años. Egido, por cierto, fue campeón de España de 3.000 metros obstáculos hace muchos años, y fue responsable de la sección de atletismo del FC Barcelona.
Luego declaró Digna Luz Murillo, la mejor especialista española de 100 metros (es de origen colombiano y esposa de Perea, jugador del Atlético de Madrid), que repartió muchas sonrisas, aparentemente muy suelta, pero que no dijo nada a los periodistas, salvo que era inocente.
En eso llegó a los pasillos de la séptima planta Nuria Fernández. Iba demacrada, muy nerviosa, huidiza, me pareció que casi al borde las lágrimas. Carlos de la Torre, redactor de Efe y yo nos acercamos a saludarla y a pedirle que cuando declarase nos concediese un minuto para explicar lo que había dicho ante la Juez. "Ahora dejadme tranquila, por favor, que estoy a lo que estoy", y señalaba hacia la puerta del juzgado número 24.
Antes que ella pasó a declarar Eugenio Barrios, que a la salida fue breve y conciso: "Estoy tranquilo. Me he reunido con ciertas personas, pero no me he dopado. No quiero decir nada, porque algunos medios informativos, algunos, han hecho un tratamiento de todo esto que no me ha gustado".
Y salió Nuria. Totalmente cambiada. Era la Nuria de sus mejores momentos, la que divierte con sus comentarios. Se había metamorfoseado. Me agarró del brazo y me dijo: "Me imaginaba otra cosa; me lo imaginaba como en las películas, pero la juez es muy maja, oye". No sé que se imaginaba Nuria. ¿Tal vez a unos policías haciéndole un interrogatorio agresivo, con un foco sobre la cara y echándole el humo de un cigarrillo en la cara? Vamos, como en las películas.
Nuria aclaró, como sus compañeros de declaración, que estaba allí como testigo y explicó que había recibido preguntas de la juez, de la fiscal, del abogado del Estado y de los letrados de Manuel Pascua, su ex entrenador, y del médico Eufemiano Fuentes. ¿Y qué has contando, Nuria? "Es que no sé si se puede contar aquí, porque no entiendo de estas cosas. A ver si meto el cuezo...". Luego se quejó del tratamiento de la prensa, pero aclaró que ella no la leía "para no clavarme un cuchillo". Era la Nuria dicharachera de siempre.
Los que estábamos al lado de la puerta del juzgado (más o menos los que escribimos habitualmente de atletismo, para lo bueno y lo malo) nos quedamos en la séptima planta, mientras ella salía a la calle. Luego vi las imágenes de televisión: ya no estaba simpática. A los de arriba nos conocía, a los de abajo, no.
Y el último en declarar fue José Luis Pascua, en tiempos buen entrenador de atletismo, derivado luego al ciclismo. Era el único que declaraba como imputado. "No tengo nada que ver con la Operación Galgo. Soy inocente", dijo. Y ahí acabó la cosa, ya con los juzgados vacíos.