Isinbayeva ganó con 4,80 metros en pértiga pero no batió su récord mundial. Esos son los fríos datos, los que ya sabemos todos. Ahora viene la interpretación: la zarina ha vuelto, la zarina mete miedo a todas sus rivales, la zarina ha regresado para quedarse en la cima, la zarina ganó ayer media medalla de oro… olímpica. Perdonadme la exageración, si es que lo es. Hacía casi cuatro años que no ganaba en un gran campeonato. Ayer lo hizo. ¡Y cómo lo hizo!
Comenzó a saltar en 4,70 metros, un golpe moral para las demás. De las dieciséis pertiguistas que compitieron en la final directa, diez ya estaban eliminadas porque habían fracasado sobre esa altura o sobre alguna inferior. Las atletas que más tarde empezaron a competir lo hicieron en 4,45. Yelena marcaba las diferencias ya desde el principio.
¿Y qué pasó en 4,70? Pues que ella lo saltó limpiamente, a la primera, lo mismo que la francesa Vanessa Boslak, pero las demás tenían dificultades. La rusa pasó del 4,75. Otra forma de hacerse valer ante sus oponentes. Y con esa barrera ya no pudo nadie.
La chica de Volgogrado se enfrentó a continuación con 4,80, lo saltó dejando un cielo entre su cuerpo y el listón y ya era campeona. Y sonrió como en sus mejores tiempos. Luego se quedó sola y atacó el listón a 5,02 metros. Falló las tres veces. Me hubiera gustado verla por encima de esa altura… pero ya la veremos al aire libre. Se acabó la travesía del desierto. Yelena ha llegado a un oasis y allí es, de nuevo, la reina.
Y sobre los españoles, ¿qué podemos decir? Pues que regresamos sin medallas y con sólo cuatro puestos de finalistas. Pobre recompensa. La esperada, por otra parte. Regresamos a los tiempos de París 1997, en los que volvimos de vacío en el medallero y con cuatro finalistas. Un regreso al pasado. El récord de medallas lo tenemos en Birmingham 2003, con seis (un oro, cuatro platas y un bronce) y el de medallistas en Sevilla 1991, con una docena. Eran otros tiempos, evidentemente, que espero que regresen. Ayer igualamos la peor actuación de la historia y os recuerdo que el verano pasado, en los Mundiales de Daegu, caímos a lo más profundo, con el peor papel de siempre. Las cosas no pintan bien.
Un total de 28 países alcanzaron al menos una medalla. Y nosotros no estamos en esa lista, bastante amplia. En la clasificación por puestos acabamos los 24, con nueve puntos. Poco, muy poco.
El Campeonato, en general, me ha gustado. De ayer destaco, sobre todo, tres cosas: la fantástica carrera de Bernard Lagat en 3.000 metros, la victoria de Veronica Campbell-Brown en 60 y el prodigioso salto de Brittney Reese, que aterrizó a 7,23 metros, lo que la convierte en la tercera del ránking de todos los tiempos en pista cubierta, tras la alemana Heike Drechsler (7,37) y la soviética Galina Christyakova (7,30). Y en la mujer que más ha saltado en longitud desde hace 23 años. Nada menos.