Carros de fuego

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Autor: Ángel Cruz

Pistorius y otras crónicas negras

El cuatrocentista sudafricano Oscar Pistorius ha sido condenado a cinco años de cárcel por el homicidio de su novia, la modelo Reeva Steenkamp, tras un largo juicio. La sentencia se ha dictado esta mañana en Pretoria y se coloca en un punto aparentemente equidistante entre los quince que pedía finalmente el fiscal y el cumplimiento de la pena haciendo trabajos sociales que pretendía la defensa.

Oscar Pistorius, al que tuve ocasión de entrevistar en el Estadio Santiago Bernabéu hace algunos años, me pareció una persona extremadamente amable, inteligente y con capacidad de despertar simpatías por doquier. Pero…

No comento en si la pena me parece justa o injusta, porque sería un exceso por mi parte entrar en esos temas. No es esta la intención de este post, sino la de echar un vistazo a otros casos de deportistas famosos que ya protagonizaron problemas similares.

Por ejemplo, el boxeador argentino Carlos Monzón, un mito en su país, que fue condenado en 1989 a once años de prisión por el asesinato de su segunda esposa, Alicia Muñiz. Ambos regresaban de una fiesta y estaban en estado de embriaguez. El que fuera campeón mundial de los pesos medios entre 1970 y 1977, la habría arrojado desde un balcón, causándole la muerte, después de golpearla. El 8 de enero de 1995, mientras gozaba de un permiso para trabajar, murió en un accidente de tráfico.

Otro caso famoso en su momento, pero con un desenlace final muy distinto fue el del jugador de fútbol americano O. J. Simpson (Orenthal James Simpson), que fue acusado de asesinar el 12 de junio de 1994 en Los Ángeles a su exesposa Nicole Brown y a la que él pensó que era su pareja, Ronald Goldman, cosidos a puñaladas. Fue declarado “no culpable” en un juicio absolutamente mediático. Posteriormente, en 2007, fue detenido en Las Vegas y condenado a 33 años de cárcel por robo a mano armada y otros delitos.

Bruno Fernandes, portero del Flamengo, protagonizó otra historia truculenta. La modelo Eliza Samudio, de 25 años, su exnovia, le reclamaba la paternidad de su hijo, apenas un bebé. La chica desapareció y la policía le acusó de haberla asesinado. Fue condenado, aunque el cadáver nunca apareció. Fue decisivo el testimonio de un amigo, que confesó que el jugador de fútbol la había llevado a una finca, donde la entregó a otra persona. Otro testimonio aseguró (y perdonadme por la descripción truculenta) que la chica fue troceada y sus restos fueron quemados, enterrados en cemento o echados a los perros). Parece ser que Bruno Fernandes intentó suicidarse en la cárcel.

El jugador de rugby Marc Cécillon, internacional por Francia entre 1988 y 1995 (jugó las Copas del Mundo de 1991 y de 1995), fue acusado de matar a su esposa y condenado en 2008 a veinte años de cárcel, que fueron reducidos a catorce tras la apelación de la defensa. Según la sentencia, estaba borracho cuando le disparó cuatro tiros (el mismo número con el que Pistorius mató a su novia) con un revólver Magnun 357, nada menos que ante sesenta personas, durante una fiesta. En 2011 salió en libertad condicional.

Y, por último, otro boxeador, como Carlos Monzón, aunque venezolano. Edwin Valero, llamado el Inca, fue arrestado en 2010, acusado de asesinar a su esposa, Jennifer Carolina, en el Hotel Intercontinental Valencia, en Carabobo. Fue él mismo quien bajó de la habitación para comunicar en recepción que había asesinado a su esposa. La policía la encontró con tres heridas mortales de arma blanca. El púgil fue trasladado a una comisaría, en cuya celda se suicidó dos días después. Se ahorcó colgándose de la reja de su prisión con una soga hecha con su propia ropa.