Carros de fuego

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Autor: Ángel Cruz

Connolly: primer 'oro' olímpico: corresponsal de guerra, marinero, escritor...

El día 6 de abril de 1896, hace ahora 120 años, el estadounidense James Brendan Connolly se convirtió en el primer campeón olímpico de la Era Moderna, nada menos que 1.529 años después de que se coronase el último. Según la mayoría de las fuentes éste fue el luchador armenio Barasdates, pero según otras habría sido el ateniense Zopyrus, especialista en pancracio, una especialidad de lucha en la que apenas había reglas y en la que los muertos en combate no eran escasos.

CONNOLLY

Los Juegos Olímpicos de la Antigüedad fueron prohibidos por el emperador romano Teodosio, presionado por las autoridades cristianas de la época, que calificaban este espectáculo como pagano y sólo digno de ser abolido.

Pues bien, el barón francés Pierre de Coubertin se propuso restituirlos, lanzó la idea en La Sorbona y el 6 de abril de 1896 se inauguró con gran pompa la primera edición, en Atenas. Y la primera final correspondió al triple salto, y venció Connolly con gran facilidad y una marca de 13,71 metros, en cualquier caso lejana al récord del mundo, que tenía también un norteamericano, Daniel Sanahan, con 15,25.

¿Y quién era Connolly? Pues un hombre que tiene un vida curiosa, digna de una película similar a la de Carros de Fuego, esa joya cinematográfica que narra las hazañas de algunos velocistas en los Juegos de París 1924.

Nació en South Boston (Massachusetts, Estados Unidos) el 28 de octubre de 1868, en el seno de una familia pobre de inmigrantes irlandeses de la Isla Aran. Se crió casi en la calle, haciendo deporte, sobre todo atletismo. Estudió en diversos colegios, pero nunca estuvo en la High School, el equivalente a nuestra Enseñanza Secundaria. Trabajó como oficinista en una empresa de seguros y en 1891 pasó al ejército norteamericano, concretamente a una sección de Ingenieros en Savannah (Georgia), que en 1996 iba a ser sede de la vela en los Juegos de Atlanta.

Fue un autodidacta, se preparó para ingresar en la Universidad de Harvard y aprobó el examen en la Lawrence School, en la que estudió literatura clásica. Cuando tuvo conocimiento de que se habían convocado los Juegos Olímpicos pidió permiso para abandonar temporalmente el centro universitario y viajar a Atenas para competir. Esa licencia le fue denegada, pero a pesar de ello viajó. No volvería nunca más a Harvard.

Atenas96

Se desplazó con otros nueve atletas y un entrenador y viajó 16 días en el carguero alemán Barbarossa hasta llegar al puerto de Nápoles. Allí le robaron el equipaje. Siguieron por tren, en un intrincado viaje, hasta Atenas (todos los gastos corrían por su cuenta), donde los miembros del Suffolk Athletic Club, al que pertenecía, llegaron el día 5 de abril, a las 21:00. Pensaban que tenían doce días por delante hasta el inicio de la competición, pero se encontraron con la sorpresa de que las pruebas se iniciaban al día siguiente, a las 15:00. Y es que el calendario griego era distinto al occidental.

Las pruebas de atletismo se celebraron en el estadio Panatinaikón, con gradas de mármol y madera. La pista medía 333,33 metros y el firme era de ceniza muy suelta, con rectas larguísimas y curvas muy cerradas. En el triple compitieron nueve atletas de cinco países, aunque otras versiones hablan de siete saltadores. El libro ‘The Modern Olimpic Century. 1896-1996’, que es extraordinario, recoge los resultados: ganó Connolly (13,71), fue segundo el francés Alessandre Tufferi (12,70) y tercero el griego Ioannis Persakis (12,565, resultado facilitado así oficialmente). Compitieron tres helenos, dos franceses, dos húngaros, un estadounidense y un alemán. El vencedor recibió una medalla de plata (no de oro), un ramo de olivo y un diploma. El segundo lo mismo, aunque la medalla era de bronce. No había premio algno para el tercero.

Cuando se proclamó a Connolly como vencedor el juez dijo que el estadounidense era el campeón, pero que “el griego mister Persakis ha saltado con mejor estilo”, lo que no deja de tener su gracia.

El reglamento actual exige que la prueba se componga de hop, step and jump, es decir, un brinco, una zancada y un salto, pero en aquella época no existía la norma. Connolly saltó con dos brincos (con la pierna derecha) y un salto final.

Tras su triunfo en Atenas (cartel oficial a la izquierda) telegrafió a sus familiares: “Los griegos vencieron a Europa y yo he vencido al mundo”, lo que no deja de ser un poco exagerado teniendo en cuenta el número escaso de participantes y de naciones representadas. En Grecia no sentó nada bien esa proclama de superioridad y se acusó de prepotente.

En esos mismos Juegos el estadounidense fue segundo en altura (1,65) y tercero en longitud (5,84). A su regreso a Boston fue recibido como un héroe y le regalaron un reloj de oro por suscripción popular. La Universidad de Harvard le ofreció volver a sus aulas, cosa que el campeón rechazó. Posteriormente también le propuso aceptar una graduación honorífica, cosa a la que también renunció. Connolly compitió también en los Juegos de París 1900, en los que fue segundo en triple (13,97).

También acudió a la siguiente edición olímpica, la de Saint Louis 1904… pero como periodista. Y es que, una vez abandonado el deporte, se consagró como un gran reportero. Estuvo en la guerra entre Estados Unidos y España, que propició la independencia de Cuba, y escribió una serie de artículos titulados Cartas desde el Frente de Cuba’. Y es verdad que estaba en el frente, porque estaba alistado en el 9º Regimiento Irlandés de Infantería de Massachusetts.

Posteriormente navegó durante años en buques de guerra, mercantes y barcos de pesca y se convirtió en un reputado escritor, autor de 25 novelas y 200 narraciones cortas. Aspiró dos veces a ser elegido congresista de Estados Unidos, pero perdió en ambas elecciones.

Murió el 20 de enero de 1957 en Brooklyn, pero no en la barriada neoyorquina, sino en Massachusetts. Profundamente respetado en Estados Unidos en los círculos más entendidos en atletismo, su nombre se ha diluído en la noche de los tiempos entre los aficionados.


2 Comentarios

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chichovich

Que gran historia, Angel. Eso si que era atletismo épico.

04/13/2016 05:27:47 PM

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Angel Cruz

Para Chichovich. Muchas gracias. Hay historias antiguas muy bonitas. Y también modernas, Cuando se aproximen los Juegos de Río iré pubñícándo muchas de ellas en Carros de Fuego o en otro formato de as.com. Lo estamos estudiando. Espero que disfrutes con ellas.

Un salido y muchas gracias, de nuevo.

Ángel

04/13/2016 09:35:43 PM