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Maratón de Londres: unas cervezas, dos medallistas olímpicos...

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Chris Brasher y John Disley, atletas y amigos, ya retirados, medallistas olímpicos en 3.000 metros obstáculos, toman unas pintas de cerveza en el Dysart Arms, un pub en el que cada noche se reúne un buen número de corredores del Reneleigh Harries. Esos atletas cambian impresiones, cuentan sus entrenamientos, describen sus lesiones y glosan sus alegrías. Llegan, muy a menudo, desde un parque continuo, en el que suman kilómetros a sus piernas.

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Charlas más o menos intrascendentes. Pero ese miércoles del invierno de 1978, con frío y lluvia intermitente, la conversación es distinta. Algunos de los atletas del Reneleigh Harries han estado en Nueva York y cuentan una película de ciencia-ficción: miles de corredores populares, acompañados de unos pocos de élite, corriendo una maratón por las calles de la Gran Manzana, observados por cientos de miles de apasionados espectadores. Brasher y Disley están asombrados y planifican viajar a la Ciudad de los Rascacielos para ver aquella maravilla.

Un inciso: lo que ahora nos parece normal, es decir, ver a miles de corredores por las calles corriendo una gran maratón, jaleados por un público abundantísimo, era por aquel entonces algo insólito, que sólo se producía en Nueva York, y en menor medida que ahora.

Y viajan a Nueva York desde Londres para ver in situ ese portento. Y lo disfrutan, con la piel de gallina. Emocionados. Regresan a la Ciudad de la Niebla, al corazón del antiguo Imperio Británico, y dicen que si Estados Unidos es capaz de hacer algo así, ellos deben hacerlo también en Gran Bretaña.

Chris Brasher, que era un buen escritor, relata en un artículo en el diario londinense The Observer lo que ha visto. Lo titula ‘La carrera más humana del mundo’. Cuenta que han corrido 11.532 atletas, la inmensa mayoría populares, o runners, en terminología anglosajona. Que han llegado de 39 países y que un millón de personas les han animado desde las aceras.

Y hace una pregunta retórica: “¿Londres tendrá el corazón y la hospitalidad para recubrir al mundo?” en una carrera de maratón de ese tipo. Este artículo es el acta de nacimiento de la Maratón de Londres, que se disputa este domingo y que es una de las más importantes del mundo.

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Chris Brasher y John Disley reciben una invitación para comer del director de The Observer, llamado Donald Trelford, que se muestra muy interesado en una carrera de ese tipo por las calles londinenses. Hay una oferta y una petición. La primera: mediará con las autoridades municipales. La segunda: solicita un boceto del posible recorrido. De ésto se ocupa John Disley, que tiene en su mente un circuito con un eje central basado en el río Támesis, la vena arterial de la ciudad. El director del periódico cumple con su parte y media ante el Ayuntamiento. Surge un obstáculo: la policía no está de acuerdo. No es un problema de seguridad antiterrorista, como lo es ahora, porque entonces aún no se había llegado a estas catástrofes, sino un problema de tráfico: cortar las calles les parece excesivo y seguramente caótico.

Pero sir Horace Cutler, el alcalde, acepta el reto, a pesar de que habría que cortar al tráfico dos puentes sobre el Támesis, esenciales el buen funcionamiento de la ciudad. Pero pone una condición innegociable: el Ayuntamiento ayudará en todo lo posible, pero no pondrá una libra, ni siquiera un penique.

Nuevo viaje de Chris Braher a Nueva York, que prolonga a Boston, cuna del maratón más antiguo del mundo entre los que se celebran anualmente, creado a imagen y semejanza de la primera carrera olímpica. Allí pide consejos sobre financiación. Y el viaje le trae suerte. Al regreso a Londres se encuentran con que la compañía Gillette, la de las hojillas de afeitar, ha roto su contrato con el cricket, y tiene dinero disponible.

Chris Brasher y John Disley se reúnen con los responsables de la empresa y les convencen: firman un contrato de tres años a 75.000 libras anuales. Ya todo está listo.

La primera edición de la Maratón de Londres se celebró el 29 de marzo de 1981. Corrieron 7.747 personas, el máximo admitido por la policía, aunque las peticiones exceden las 20.000. Hay lluvia, pero el espectáculo es fascinante. Gana el estadounidense Dick Bearsley en lucha épica con el noruego Inge Simonsen, que terminan en el mismo tiempo 2h 11:48. La vencedora femenina es la británica Joyce Smith, de 43 años, madre de dos hijos, que termina los 42.195 metros en un tiempo de 2h 29:57. Récord británico.

Este domingo, festival maratoniano por las calles de Londres. Y con un objetivo ambicioso: batir el récord mundial. Lo ha dicho Dave Becford, el director de carrera, explusmaquista mundial de 10.000 metros. Los corredores anunciados prometen, cuando menos, una carrera vertiginosa. Sería curioso que se batiese, porque la plusmarca femenina la tienen desde 2003 Paula Radcliffe: se unirían los dos topes mundiales en la misma ciudad.

Estos son los creadores de la Maratón de Londres

Chris Brasher: Nació en Guayana y era graduado por el St. John’s College de Cambridge. Ejerció de liebre de Roger Bannister el día en que éste batió el récord mundial de la milla y bajó por primera vez de los cuatro minutos en la distancia británica. En los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, primeros en el hemisferio austral, fue medalla de oro en los 3.000 metros obstáculos.

John Disley: Fue medalla de bronce en 3.000 metros obstáculos en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, llamados de La Reconciliación porque se aceptó de nuevo la presencia de Alemania y Japón, las potencias derrotadas en la Segunda Guerra Mundial. Y en Melbourne 1956 acabó sexto, perjudicado por una enfermedad. Ganó en Gales el 20 de noviembre de 1928 y falleció el 8 de febrero de 2006.