Por Marisa R. Abad
Primer match ball en la final del Open de Australia 2008. Nole Djokovic pide la toalla y cuenta las bolas de saque. Desecha una, guarda otra y bota tres veces la restante. De pronto, se para: mirada de desaprobación al público. Respira hondo y bota la pelota hasta trece veces. No es supersticioso, o quizá sí, pero en esta ocasión no lo demuestra. Saca muy cortado y abierto. Jo-Wilfried Tsonga resta al mismo lado de saque, ajustado a la línea de fondo. Djokovic responde con una derecha paralela a la que llega Tsonga para responder con la diestra. Pero la última bola se va al pasillo de dobles, levemente. Fuera. Y Djokovic al suelo.
Juego, set y partido. Lo típico para cerrar un encuentro de tenis. Pero no, no es lo típico. Esta vez algo es diferente. El peloteo de los once últimos títulos de Grand Slam siempre ha sido entre Roger Federer y Rafa Nadal. Uno tras otro. Pero afortunadamente para el mundo del tenis, esta edición del Open de Australia ha traído un nuevo juego de alternativas. La confirmación de Novak Djokovic no como número 3 del mundo sino como serio aspirante a la corona del número 1. Y el descubrimiento de Jo-Wilfried Tsonga, un "doble" de Mohamed Ali que en la final perdió por puntos, pero que dejó k.o. a Nadal y a otros dos top 10 (Gasquet y Murray) en su andadura por el ring australiano.
El fin del "tuya-mía" de Federer y Nadal ya empezó a vislumbrarse a finales de la pasada temporada. David Ferrer, Nalbandian y el propio Djokovic pusieron un 15-40 en el tanteador que enfrenta a aspirantes y a reyes del ranking. Pero el turno de saque al final de la temporada 2007 seguía en posesión de los mejores.
Ahora, parece que la cosa ha cambiado. Son Federer y Nadal los que paradójicamente (y también en forma de metáfora) juegan al resto. Y tras este primer grande de la temporada, ese "marcador" refleja un 30-40, todavía, eso sí, a favor de los dos mejores. Porque siguen siendo los mejores, eso es cierto, pero lo apretado de este hipotético marcador nos hace vislumbrar una temporada apasionante, y sobre todo, muy disputada. Y eso, a los aficionados al tenis nos encanta. No nos engañemos, el público siempre quiere quinto set, tie break, sorpresas... y este Open de Australia acaba de añadir los ingredientes necesarios para que la presente temporada desemboque en muerte súbita.