Continuación (Tercera entrega, 1ª parte)
Hace tres años cuantificaron la furia del golpe de su derecha liftada. Un investigador de tenis de San Francisco, llamado John Yandell, empleó una cámara de video de alta velocidad y un programa informático especial para calcular el promedio de revoluciones de una bola de tenis golpeada por Nadal con su máxima fuerza. “Hemos comprobado el coeficiente de giro de los golpes de derecha de unos cuantos de los mejores jugadores, incluidos Nadal, Federer, Sampras y Andre Agassi”, me dijo Yandell cuando le visité en el apartamento desde donde publica su página docente de la Red, www.tennisplayer.net, y en el que se muestran vídeos y explicaciones de los golpes de muchos jugadores famosos (en nytimes.com puede verse un vídeo con un breve análisis elaborado por Yandell sobre el golpe de Nadal) “Lo hicimos primero con Sampras y con Agassi. Sus golpes de derecha rotaban en general a una velocidad de 1.800 a 1.900 revoluciones por minuto”. El servicio de Sampras, el más letal en tenis durante sus cinco años como “número uno” del mundo, era tan difícil de devolver, en parte, porque combinaba una enorme velocidad con una rotación enorme”, dice Yandell. “Un chico que jugó contra él me dijo: John, soy capaz de devolver la bola a gente que sirve a mayor velocidad que Pete. Pero el problema es que con su servicio es como devolver una bola de bolos con una raqueta de badminton”.
Yandell soltó una risita. “También Federer consigue una rotación asombrosa al golpear, ¿no? Dos mil setecientas revoluciones por minuto. Bien, hemos computado un golpe de derecha de Nadal a 4.900. La media fue de 3.200. Párate a pensarlo por un segundo. Da un poco de miedo verlo. Una bola tarda alrededor de un segundo en viajar de raqueta a raqueta, ¿verdad?”. Sacó una calculadora y tecleó algunos números. “Un golpe de derecha así habría girado más de 80 veces por segundo antes de llegar a la raqueta de Federer. No sé para usted, pero para mí eso es casi imposible de visualizar”.
Ser zurdo posee sus propias ventajas estratégicas, en tenis lo mismo que en beísbol; Nadal tiene un fuerte revés a dos manos, pero la geometría de la cancha de tenis hace que el revés de rivales diestros, como Federer, sea fácil presa de su golpe de derecha, de endemoniada rotación, su golpe más duro. No es imposible de devolver, como parecía serlo el servicio de Sampras; a veces, los adversarios de Nadal lo consiguen. Pero tiende a mantener al otro jugador clavado al fondo de la pista, donde éste suele verse obligado a seguir “vivo” defendiéndose. Y no cesa nunca. El entrenador José Higueras, nacido también en España, pero encargado en la actualidad de dirigir el desarrollo de los jugadores de elite para la U.S. Tennis Association, dice que que vio jugar a Nadal por primera vez en Mallorca cuando éste tenía catorce años. Por aquel tiempo, Rafael había dejado el fútbol a regañadientes después de que su entrenador de fútbol insistiese en que debía dedicarse o a un deporte o al otro. Se estaba cumpliendo en la cancha la profecía de su tío: ganó varios campeonatos nacionales en la categoría junior, y fue el primer tricampeón consecutivo en el circuito Nike Junior Tour. El equipo nacional le estaba descubriendo por entonces (Nadal se incorporó a él cuando tenía 16 años, y dos años más tarde ayudó a España a ganar la Copa Davis). Higueras dice que cuando vio al chico se quedó impresionado al instante por esa mera calidad que de forma tan fiable doblega ahora a sus rivales.
“La intensidad que ponía en cada uno de los golpes a esa edad era increíble”, dice Higueras. “Verlo entrenarse es bastante espectacular. Cada golpe tiene la misma intensidad y la misma potencia. Un día sí y otro también es como si ése fuera el último entrenamiento de su vida”.
Juega cada punto como si fuera el último. En los torneos se dice que esto es lo que Toni Nadal aún sigue inculcándo a su sobrino: “Juega cada punto como si fuera el ultimo del juego, del partido, del día, de tu vida. “Es el respeto por el deporte”, me dijo Toni cuando le pregunté al respecto. “Si haces una cosa, hazla absolutamente lo mejor que puedas. ¿Se lo he dicho alguna vez así de claro? No. Hay montones de cosas en mi familia que mi padre jamás me dijo. Simplemente, las ves, en la actitud. Cuando Rafael era pequeño, ganaba ese primer punto del partido al que nadie presta demasiada atención y ya gritaba !vamos!, pleno de energía ¡Vamos! Y juegas como te entrenas. A medida que crecía se fue acostumbrando a entrenarse como si cada punto fuese el último”.
Nadal no subió como una exhalación hacia la cumbre de la clasificación cuando se incorporó al circuito professional a los quince años, en 2001. Su primer puesto en el ránking fue el 1.002; en 2003, por fin, franqueó la barrera de los cien primeros. Aún tenía mucho que aprender. No sabía “leer” la cancha de la forma que lo hacen jugadores como Federer, intuyendo cuáles van ser los movimientos siguientes de la bola y del adversario. Jugaba duro desde el fondo de la pista, donde su aguante y sus insistentes golpes de base desgastaban poco a poco a sus rivales, pero todavía no era ágil o astuto en la red. Su servicio era extrañamente debilucho para un jugador de tal potencia, y aún puede serlo, de hecho, si bien en los últimos tiempos ha mejorado en velocidad y precisión. Un día, hablando con Toni, me preguntaba en voz alta si no habrían sacrificado una cierta sensibilidad cuando apostaron por Nadal como jugador zurdo, y si es que tiene más potencia con la izquierda, pero podría haber sido más preciso y coordinado si hubiese jugado con la derecha. Dije “problemas” al hacer la pregunta, acordándome de las autocríticas ocasionales de Rafa acerca de su propio servicio, pero di marcha atrás: ‘eh, para, el chico es el mejor del mundo, así que probablemente no hay que calificarlo precisamente de problema’. Toni vio cómo dudaba en qué decir y se empezó a reir.
“Mira lo que pasa cuando llegas a ser el “número uno”, dijo con guasa. “Ahí estás ahora pensando: ‘!guau!, tengo que poner más cuidado con lo que digo aquí’. Sí. Es posible que con la mano derecha su servicio hubiera sido mejor. Le cuesta trabajo lanzar la pelota a la perfección, y no siempre le pega a la altura correcta. Eso es algo que simplemente no hace bien del todo. Trabajamos en ello”.
Hace años que le persigue la cuestión de la relación entre su técnica y sus lesiones, menos porque haya alguna investigación específica que la confirme (si a uno no le han dolido las rodillas en algún momento, seguro que conoce a alguien a quien le duelen sin ser un deportista de elite), sino porque casi sólo de verlo jugar le hacen daño a uno. ¡El chico trabaja tan duro, siempre, y a tal velocidad! Y lo viene haciendo ante espectadores a nivel de competición desde una edad en la que otros chicos empiezan a pegar los primeros golpes a una bola. “A más velocidad, mayores problemas”, me decía el doctor Ángel Ruiz-Cotorro, cuando le visité en Barcelona después de la derrota de Nadal en el Abierto de Francia. “El tenis ha cambiado mucho en los últimos años. Antes hablabamos de lesiones: codos, hombros, muñecas. Pero de unos años a esta parte, con los cambios del material de equipamiento — o sea de las raquetas, pero también de las cuerdas — nos encontramos ante nuevas patologías. Todo se acelera. Golpean la bola a más velocidad y con mayor dureza, desde nuevas posiciones, y eso genera problemas en la columna vertebral, las rodillas e, incluso, en las caderas”.
11/18/2009 08:03:48 PM