Tomás de Cos
Rafael Nadal Parera (Manacor, 3 junio de 1986) puede haber conseguido en Flushing Meadows la victoria más importante de su vida. No por el hecho de ingresar en el olimpo del tenis -junto a los ilustres Don Budge, Rod Laver, Fred Perry, Roy Emerson, Andre Agassi y Roger Federer- al conseguir el único grande que faltaba en su palmarés. Hay tenistas ausentes en esa lista cuya leyenda ensombrece a la de muchos de éstos.
Tampoco se trata de devaluar sus cinco triunfos en París, su doblete en Londres o su gran victoria en Australia, la que hizo sollozar a su rival de leyenda para regocijo de sus seguidores. Ni siquiera lo es por pasar a ser unánimemente reconocido como el mejor tenista español de la historia a sus 24 años. Para quien escribe estas líneas, ya lo es desde hace años. Ni siquiera el currículum de Miguel Indurain resiste comparación con el del zurdo de oro de Manacor. Si acaso el de Ángel Nieto con sus 12+1 campeonatos mundiales… pero tratándose de un deporte de motor la comparación no parece posible.
Su mordisco a la gran manzana puede suponer el punto de inflexión definitivo en su carrera de ensueño. Nadal ya sabe que puede lucir su mejor tenis en las azuladas pistas de Nueva York. Su única cuenta pendiente ha quedado saldada. Se ha despojado de todos sus complejos. Una acertada planificación de la temporada le ha permitido llegar fresco, física y mentalmente, para focalizar su objetivo y encarar la hazaña con garantías de éxito. Su persecución a su admirado Federer recobra nuevos bríos, y como el suizo, ya juega su particular partido contra la historia.
A partir de hoy Nadal debe reconocerse capaz de todo -en su fuero interno siempre lo ha percibido- sin que por ello sea tildado de prepotente. Eso no implica que abandone la humildad que ha caracterizado su carrera y su forma de afrontar los retos paso a paso, la gran herencia del Tío Toni, el genio en la sombra. Y debe sentirse capaz de todo por el tenis desplegado en el US Open, donde ha sido más agresivo y dominador que nunca y ha mostrado la versión más efectiva jamás vista de su criticado servicio. Rafa ha ejecutado el paso que desde hace tiempo le demandaba el nuevo gurú del tenis, empeñado en acortar el tiempo en pista de su sobrino para economizar los esfuerzos. Un paso aparentemente sencillo en su proceso final (un pequeño ajuste en la empuñadura) pero que le ha llevado meses, que no sólo afectaba al servicio, y que se vio interrumpido por las dolencias en sus rodillas.
Nadal es ahora mucho más temible en la pista. El jugador con la mejor defensa, el que mejor utiliza el contraataque, el más consistente y duro desde el fondo de la pista, el más potente, el del liftado más demoledor…es hoy en día el más letal jugando dentro de ella. Ahora gana puntos gratis con el servicio, consigue más golpes ganadores, la bola le corre como el mayor pegador del circuito y exhibe una portentosa ‘stop volley’ con la que finiquitar muchos puntos. Más argumentos que rearman al tenista con la cabeza más privilegiada del planeta.