Tomás de Cos
La cuarta final entre los dos gigantes del tenis de los últimos años, Rafa Nadal y Roger Federer, volvió a pegar a millones de personas ante el televisor. En París volvían a cruzarse dos estilos contrapuestos, dos ideas muy distintas de entender y amar el deporte de la raqueta. Y los nervios que ambos exudaban en cada momento decisivo del partido, revoloteaban por la Phillippe Chatrier hasta extenderse por los salones de medio planeta.
Ganó el más fuerte -física y mentalmente-, el que tiene un juego más adaptado a la tierra batida, el que una vez más demostró tener mayor determinación y resistencia al sufrimiento. Pero como no podía ser de otra manera, el duelo estuvo plagado de alternativas, en el juego y en el marcador, que se tradujeron en un potente vaivén de emociones en cada uno de los episodios de la batalla.
Empezó lanzado el suizo, con su juego directo y demoledor, en el primer set. Pero no lo supo cerrar y ahí comenzó un calvario que arrastraría luego durante tres mangas más. Disfrutó de un 2-5 y 3-5 y punto de set, pero se relajó, ofreciendo un resquicio de luz al hombre con más fe en sí mismo. Craso error. Nadal sumó siete juegos consecutivos (hasta el 7-5 y 2-0) con los que cimentó su sexto título en Roland Garros, el que le iguala al sueco de hielo, Björn Borg.
Pero el plusmarquista mundial de grand slams lograría apaciguar su agitado interior y volver a plantar batalla en el segundo capítulo antes de la breve interrupción a la que obligó la lluvia, con 5-4 y 40 iguales con servicio de Nadal. El helvético, gracias a una tímida reacción, nos hizo temer lo peor, pero volvió a sufrir un nuevo ataque de vértigo al verse por delante (5-6) y Nadal retomó el mando con firmeza en el desempate.
El siguiente punto de inflexión apareció poco después, cuando el partido parecía encaminarse hacia el triunfo de Nadal en tres mangas. El cansancio del balear y la ansiedad por cerrar un título que le ha generado constantes dolores de cabeza, le hizo perder un set que tenía en el bolsillo tras haber arrebatado el saque a Federer en blanco en el sexto juego: 4-2. 'Mr Perfecto' supo combinar su acierto al saque con las dejadas para acortar los puntos y explotó las dudas de Nadal hasta anotarse el set por 5-7.
Pero el nº 1, que superará ya seguro las cien semanas al frente de la ATP, supo rehacerse de un inquietante 0-40 en el primer juego del cuarto set. Una reacción que hizo saltar por los aires la última trinchera mental de Federer, a quien Nadal sólo concedió un juego más (6-1) antes de derrumbarse sobre su adorado polvo de arcilla. El final de la historia tantas veces repetido.
El mejor deportista español de la historia, que es también el gran embajador de nuestro país, sigue pulverizando récords. Ayer sumó su sexto título en París, el décimo Grand Slam y el cuadragésimo sexto de su carrera deportiva. Pero en su currículum también figuran 19 Masters 1000, la medalla de oro de Pekín 2008, tres Copas Davis (2004, 2008 y 2009), el premio Príncipe de Asturias de los Deportes, el Gran Premio de la Academia Francesa del Deporte, dos Premios Laureus (los Oscars del deporte) y una larga lista de hitos. Entre ellos destacan los de ser el tenista con mejor porcentaje en finales de Grand Slam (10 títulos y 2 finales, un 83,3%), el de figurar en el exclusivo club de los que han ganado los cuatro grandes, su estratosférica racha de 81 triunfos consecutivos en tierra batida o el de ser el único jugador de la historia que ha ganado en un mismo año los tres Masters 1000 de arcilla y Roland Garros. Y todo ello con 25 años recién cumplidos. Con Rafael Nadal Parera, la historia parece no tener fin. ¡Que le hagan Marqués!