Tercera y última entrega del folletín neoyorquino
Lo que realmente complica la rivalidad en tenis (…) — y lo que exige buenas maneras como mecanismo de supervivencia en él — es la inmensa soledad que reina en el juego individual y, para los verdaderos competidores, en el mundo alrededor de él. Las biografías y las autobiografías de tenistas famosos – única ventana a la intimidad de las rivalidades en tenis – nos sumergen en una literatura que versa no sólo sobre competiciones y logros, sino también, y de forma aún más apasionante, sobre el aislamiento, las dudas acerca de sí mismo y la soledad que todo ello trae consigo. La soledad y la lucha por superarla a través de la relación con el rival al otro lado de la red: ésa es, en esencia, la historia o la historia subconsciente del tenis de alta competición.
En ninguna rivalidad ha sido esto más cierto que en la de Evert y Navratilova, en el clásico contraste de estilos de juego: Evert, constante y fría jugadora de fondo; Navratilova, fogosa atacante, impaciente por subir a la red. De 1975 a 1987, una de las dos era número uno y la mayor parte del tiempo la otra número dos.
(…) La imagen que se guarda en la memoria de aquellas grandes finales es la de dos jugadoras abrazándose sonrientes en la red. Así y todo, en un libro titulado “The Rivals”, la autora Johnette Howard narra un sueño de Navratilova que quien examine científicamente las rivalidades (ya están en ello algunos estudiosos) podrá tener en cuenta para sus conferencias: “Jugaba contra Evert en un valle profundo, pero tenía que trepar una y otra vez montaña arriba para golpear la bola y luego correr hacia el borde de un abismo para ir a la caza del resto de Evert”.
En el caso de los hombres, las rivalidades han sido parte del juego durante mucho tiempo y la intimidad ha mostrado aspectos sorprendentes. (…) La mayor rivalidad de la época amateur fue la de Don Budge, hijo de un conductor de camiones de lavandería, y Gottfried Von Cramm, un aristócrata alemán que llegó a estar entre los mejores jugadores tanto en individuales como en dobles en los años treinta y que pronto se ganó la reputación de ser el caballero entre caballeros en la cancha y fuera de ella. Era, además, un homosexual no salido del armario. En las horas en espera de los partidos mantenía largas conversaciones con Budge (el único jugador que le superaba) sobre temas privados, de moral, políticos y filosóficos. ¿Qué movía a Cramm a desvelar tanto de sí mismo a un joven que con él no tenía nada más en común que la ambición de ser número uno? ¿Y por qué se sentía Budge tan cautivado por él? (...) En el verano de 1937 se enfrentaron en las finales de Wimbledon y del USO; y entre una y otra disputaron un partido aún más famoso durante la semifinal de la Copa Davis jugada por Alemania y Estados Unidos en Wimbledon. Budge, que ganó todos los encuentros con el auge del nazismo como telón de fondo (…), escribiría después: “Desde nuestro primer encuentro, en la galería de Wimbledon, fue una de las personas que más influyeron en mi vida”.
También Borg y McEnroe cultivaron una amistad similar. Se pudo ver el mes pasado cuando los dos se entrevistaron con periodistas en Randall’s Island, en la academia de tenis de McEnroe. No paraban de cederse la preferencia, todo eran mutuos cumplidos (...). Un documental de HBO muestra a un McEnroe que casi siente corte por su propia ternura masculina; ante la cámara, sereno, radiante y emocionado, cuenta cómo Borg le ha dicho al teléfono que le quiere.
Éste sería seguramente el momento más íntimo de una rivalidad tenística eternizado en un filme si no fuese por la entrega de trofeos tras la final del Abierto de Australia, el 1 de febrero de 2009, instantes después de que Rafael Nadal venciese a Roger Federer en otro más de esos célebres partidos a cinco sets. (...). Federer empieza con el ritual de aceptar modosamente el trofeo de perdedor y de felicitar al vencedor, a Rafa, a su rival. Pero, de repente, no puede más; es incapaz de contener las lágrimas. Solloza. “Dios mío, esto me está matando”. ¿Qué ha pasado?, ¿qué es “esto”?, ¿por qué ha perdido otra vez contra Nadal? (...)
Federer suelta el micrófono, no puede seguir. Nadal recibe el trofeo, pero en lugar de hablar a los espectadores se acerca a Federer, le echa el brazo por el hombro y le susurra algo al oído. Y unos instantes después los dos sonríen. Ahí está otra vez la inefable intimidad de los rivales.
Por nuestra parte, hemos de ver lo que es quizás el aspecto más crucial de una gran rivalidad tenística: ninguno de los dos revelará jamás realmente ni su naturaleza ni su significado.
Novak Djokovic y Rafael Nadal mantienen una relación amigable. Se les puede ver en YouTube jugando “fútbol-tenis” en algún torneo. (...) El verano pasado llegaron, incluso, a jugar dobles en Toronto (perdiendo ipso facto en la primera ronda).
(…) Hasta este año – y Nadal seguramente lo veía así - se trataba de una relación de amistad entendida sobre esta base: Djokovic era incapaz de ganarle en una final. Cinco veces se habían disputado un título desde 2007 y cinco veces Nadal le había derrotado – en hierba, en tierra batida y luego en la pista dura del Arthur Ashe Stadium en la final del USO de 2010. Ésa sería la última vez por una temporada.
(...) Saco a colación el tema después del partido ganado por Djokovic en la primera ronda de Wimbledon y le pregunto cómo van las cosas entre él y Rafa. “Mira”, dice, “como bien sabes, somos profesionales. Y por supuesto que queremos ganar cuando entramos en la cancha. Así que es un gran reto”. Lo mismo que Rafa tampoco quiere meterse en rivalidades.
Doce días más tarde derrotó a Rafa y ahora es el número uno del mundo. El partido se prolongó por cuatro sets; y en él vimos un montón de tenis extraordinario; sobre todo en el reñido primer set, toda una muestra de que esos dos son capaces de lo que ningún otro puede ni podrá hacer jamás de forma consistente: rallies de diez, doce o más golpes con derechas anguladas en extremo y reveses a un paso arrollador; una y otra vez seguimiento y resto de bolas que parecían un seguro golpe ganador; cambio de la defensa al ataque en un abrir y cerrar de ojos gracias a una velocidad, a una potencia y a una coordinación alucinantes; y como resultado de todo esto la ampliación de la cancha por los laterales, de punta a punta, no en centímetros sino en metros, llegando a bolas que navegan rumbo a la grada y disparándolas de vuelta. Se empujan el uno al otro, como buenos rivales, llevando el juego a una nueva dimension.
Pero Nadal no ganó tantos de esos rallies como hubiese querido y Djokovic mantuvo su servicio sin problemas hasta que en el primer set, después de nueve “games” sin ruptura de servicio, Nadal, sirviendo con 4-5, pareció ponerse tenso. Perdió el juego y el set; después el segundo, malamente; y a pesar de que ganó el tercero cuando la intensidad de Djokovic disminuyó por unos momentos, no fue él quien se impuso en el partido y quien dictó los puntos de la forma que lo ha convertido en el gran dominador de grandes finales.
“Hoy por hoy Rafa detesta jugar contra Djokovic”, me dijo Borg cuando le pregunté qué opinaba sobre la naciente rivalidad de Nadal y Djokovic. “Es palpable, si te fijas. Las rivalidades son buenas para el tenis; se generan nuevas, y eso está bien. ‘El tenis es un juego mental: estás ahí solo, estás ahí por ti. Y llega un tipo pisando fuerte…se ve en el lenguaje corporal de Rafa”.
El juego de Nadal se ha basado siempre en su zurdo y demoledor golpe de derecha, en un liftado parecido a una centrifugadora, con el que (casi siempre) envía la bola al reves de su oponente. Así es, en esencia, cómo Nadal ha dominado a Federer. (…) Pero Djokovic dispara un revés a dos manos que ha llegado a ser el mejor del tenis masculino: golpea la bola en subida y la devuelve veloz y fuerte por encima de la red. Dicta así los puntos a Nadal, que se desconcierta y pierde finalmente la concentración y la confianza en sí mismo.
En la rueda de prensa después de la final de Wimbledon Nadal lo admitió más o menos. Dijo: "Mi juego no le incomoda demasiado. Probablemente, la parte mental me hace un poco de daño”. Añadió que tendría que encontrar soluciones y ver la manera de incomodarle de nuevo. Y después dijo: “Él se encuentra en el mejor momento de su carrera. Yo estoy en uno de los mejores momentos de mi carrera...No voy a dejar de luchar; esperaré a que llegue mi hora”.
Empezaba a sonar a rivalidad.
The End
Saludos
PD: Treque, hasta hoy no he sabido que hay minigolosinas que saben muy bien.
PD2: Todo este mar de letras ha nacido de la añoranza de días mejores. Aunque no pierdo la esperanza de leer de nuevo por aquí nicks como los de Carlos, Suero y naturalmente el de mi querida Valkiria (por citar sólo unos pocos).
04/11/2012 12:26:34 PM