A cuenta de mi último artículo en el blog algunos me han preguntado si no hubo un ‘Madrid de Molowny’. No lo hubo, porque estuvo varias veces, repartidas en el tiempo. Siempre que acudió fue ante una crisis, a relevar a un entrenador caído, y acabó con título. En realidad sí había ‘un Madrid de Molowny’, que era simplemente el Madrid. Él representaba esa estabilidad que entonces el Madrid tenía y el Barcelona no. De ahí esa costumbre de nombrar a cada Barcelona como el de tal o cual entrenador. Esa línea la mantenía Del Bosque (tampoco hablamos de un Madrid ‘de Del Bosque’, y eso que ganó dos Ligas y dos Champions en tres años y medio), heredero directo de Molowny.
Para mí es justo por haber perdido la estabilidad interior por lo que el madridismo se ha agarrado a la figura de un superentrenador, un hombre providencial que traiga de fuera lo que no hay dentro. El Madrid se vació de contenido con la salida de Del Bosque, pero quizá no sólo haya sido eso. Quizá sea también que ha perdido la idea. El Madrid tenía una causa, se sentía el emblema del deporte español y con ese propósito defendía esa bandera y un estilo. Eso le obligaba y le proporcionaba inspiración. Eso era lo que no tenía el Barça y ahora sí tiene. El Barça tiene una causa y tiene un estilo, dos cosas que hacen más fáciles las victorias. El Madrid, falto de eso, necesita un personaje que sacuda, lidere y garantice triunfos.
La cuestión es si, mientras Mourinho esté, el Madrid encuentra de nuevo el hilo de una idea, una causa o un estilo. Porque Mourinho no será para siempre.