La primera vez que le vi fue en una foto del Blanco y Negro, como extremo izquierdo del Real Madrid que jugó la final del Copa contra el ‘Atlético de Bilbao’ (entonces se decía así. Desde la Guerra y hasta la Transición, estuvieron prohibidos en el fútbol los nombres ingleses, o incluso las construcciones inglesas, así que el F.C. Barcelona pasó a ser C.F. Barcelona, por ejemplo). Había jugado por Gento aquel día, lo que no dejaba de ser una cosa extraordinaria. Gento rara vez se perdía un partido. Ganaron la final los bilbaínos, que de aquella hicieron célebre lo de ‘los once aldeanos’. Todos vizcaínos, habían podido con un Madrid que por entonces encadenaba las Copas de Europa como el que lava.
Claro, que pega mucho decir que el Madrid era el equipo del franquismo y que se metió ahí de clavo a Amancio. Pero no, no es mi impresión. Yo diría, con toda seguridad, que se trata de una de tantas chapuzas de la época. ¿Por qué Amancio? Porque jugó de extremo derecha, y a falta de la jugada completa tendrían más de un centro de él desde ese lado para empalmar con el cabezazo. Si Pereda llega a centrar desde la izquierda, la superchería se hubiera montado sobre un centro de Lapetra, que jugaba por ese lado. O de Calleja, que subía mucho. En todo caso bueno es que ya en vida Pereda viera (cuando salió a relucir la grabación completa del partido en televisión, en el que la jugada está completa) cómo se le devolvía lo que era suyo. Marcó el primero, facilitó el segundo. Y antes y después de eso tuvo una trayectoria ejemplar, como futbolista y persona, noble, alegre y cargada de amigos. Descanse en paz.