Guerra fría... y el Atleti de local en Malmoe

Malmo

Jones marca al Motor Jena en la Recopa de 1962 / AS

 

 

Era la segunda edición de la Recopa. A la primera, la de 1961, que jugaron sólo diez participantes y ganó la Fiorentina, no acudió por un lamentable descuido de la Federación, que no le inscribió. El Atlético había ganado la Copa de 1960, y muy brillantemente, batiendo en la final en el Bernabéu al mismísimo Real Madrid del 7-3 al Eintracht de Frankfurt. En 1961 volvió a ser campeón de Copa, de nuevo en el Bernabéu y también ante aquel Madrid que terminaba en Di Stéfano, Puskas y Gento.

Esta vez sí le inscribieron en la Recopa.

Y tuvo una buena marcha. Eliminó sucesivamente al Sedan-Torcy, el Leicester y el Werder Bremen, campeones respectivos de Francia, Inglaterra y la RFA. Con eso se plantó en semifinales. Y ahí vino la cuestión, porque el sorteo le enfrentó al campeón de la otra Alemania, la RDA, Alemania Oriental o Alemania comunista, como solíamos llamarle. Aquel campeón era el Motor Jena, club que en épocas anteriores y ahora llevó y lleva el nombre de Karl Zeiss Jena. Pero entonces era Motor Jena.

España rompió relaciones con la RDA por el muro de Berlín y los colchoneros tuvieron que recibir al Motor Jena en Suecia

Para lectores jóvenes y poco versados en historia, explicaré que tras la guerra Mundial Alemania quedó divida en dos mitades. La mitad occidental, bajo la órbita capitalista, en excelentes relaciones con los EEUU y con capital en Bonn, y la mitad oriental, bajo la órbita comunista y en la práctica Estado satélite de la URSS. Las conocíamos por sus siglas, RFA (República Federal de Alemania) y RDA (República Democrática Alemana), respectivamente. Para más complicación, en el territorio de la RDA estaba Berlín, a su vez dividido en dos mitades, la occidental, como territorio libre afín a la RFA y al mundo occidental, y la oriental, capital de la RDA.

En torno a Berlín y a las dos Alemanias se vivieron grandes tensiones en la llamada guerra fría, casi podríamos decir que las mayores dejando aparte el bloqueo de Cuba. Pero este fue un episodio breve, la tensión en torno a Berlín fue permanente. En 1958 la RDA llegó a cortar, como ya habían hecho los rusos durante un año en 1948, toda comunicación por tierra entre la RFA y Berlín Oeste. El bloque occidental logró aprovisionar la ciudad con un puente aéreo que alcanzó a tener un servicio de un avión cada dos minutos.

La UEFA pretendió, y consiguió en parte, saltar sobre el problema. Los campeones de la RDA fueron admitidos en las competiciones a partir de que solicitaran su inscripción, y los partidos de ida y vuelta se jugaron con normalidad. Así fue en las primeras participaciones. Pero en agosto del 61 la tensión llegó al límite cuando las autoridades comunistas decidieron levantar un muro que separara a las dos mitades de Berlín e incluso rodeara al Berlín Oeste por detrás, aislándolo del exterior. Las autoridades de la RDA veían que se les estaba fugando demasiada gente al otro lado.

Aquello fue un trueno. Y a raíz de ese verano, y por dos temporadas, la inmensa mayoría de los países de Europa Occidental rompieron todo tipo de relación con la RDA. Incluida España, pero no sólo ella. En esa Recopa, el Motor Jena eliminó sucesivamente al Swansea de Gales, al Dudelange de Luxemburgo y al Leixoes de Oporto sin jugar un solo partido en campo contrario. Los rivales no tenían más opción que darse por eliminados o jugar su partido local bien de nuevo en la RDA, bien en uno de los únicos tres países (aparte de los de la órbita comunista) que aceptaban la presencia de alemanes orientales: Suecia, Austria y Suiza. La UEFA no entraba en política. Si en un país no se podía recibir al competidor de la RDA, era cosa suya. O buscaba un campo fuera de él para jugar como local o el equipo quedaba eliminado.

Ese problema se encontró el Atlético al llegar a la semifinal, y escogió Malmoe. Esperaba buen ambiente allí, porque había tenido diez años antes un gran interior sueco, Carlsson. En los años 53 y 54 el club hizo sendas giras con éxito por aquellas tierras y allí tenían otro embajador además de Carlsson: Antonio Durán, jugador de la época del propio Carlsson. Se había casado con la institutriz de los hijos de éste y se había instalado en Suecia, donde haría carrera como entrenador, deslumbrando en aquel mundo, aún amateur, con los métodos que aprendió de Herrera en el Atlético.

El partido de ida en Jena fue toda una experiencia. Una inmersión en lo más duro del mundo comunista. Volaron hasta Frankfurt, y de ahí a la frontera. Todo les pareció deprimente, empezando por el autocar al que se tuvieron que cambiar: “No encontramos ni en qué gastar los 50 marcos de dieta que nos daban”, me contaba Calleja. Cuando regalaban insignias o llaveros la gente no se los quería coger en principio, porque pensaban que costarían mucho y no lo podrían pagar.

Hasta Franco se hizo eco de ese viaje, en sus conversaciones con su primo Francisco Franco Salgado-Araujo. Cuenta las impresiones que le transmitió el Doctor Garaizábal, médico del Atlético. Se le nota complacido por el relato que le hizo. El célebre libro dedica un párrafo al asunto.

El partido salió bien. Ganó el Atlético 0-1, con gol de Peiró. Era el 28 de marzo de 1962. El Atlético se sacaba la espina de un ridículo reciente, la eliminación de la Copa a pies del humildísimo Basconia, en partido de desempate en Valladolid. En aquel Basconia empezaba a despuntar Iríbar.

Y el miércoles 11 de abril tocaba jugar como local en Malmoe. El vuelo fue el lunes, en la SAS, el regreso el viernes, porque no había vuelo el jueves.

Los dos equipos compartieron hotel, y a los atléticos les resultó llamativo el régimen de vida los rivales. Comían en un salón aparte, entraban y salían de golpe, no se relacionaban con nadie. Eran viajes en los que siempre había miembros de la Stasi, la temible policía del terrible Erich Mielke, vigilando para que ninguno tuviera la tentación de quedarse en el mundo occidental. Mientras, los españoles coqueteaban con las suecas, que les encontraban muy simpáticos, entraban y salían libremente y hasta echaban ratos en el pequeño casino del mismo hotel.

Al partido asistió el cónsul español en Berlín. El estadio del Malmoe estrena iluminación. Hay lleno y victoria por 4-0, con dos goles de Jones y dos de Peiró. Marca abrirá a toda página: ‘El Atlético de Madrid, finalista de la Recopa’. Y dos sumarios: ‘4-0, en Malmoe superó al Motor Jena de punta a punta’. ‘Los rojiblancos jugaron en plan de exhibición’. Pero no gozaron de la foto de portada, reservada a la recepción de Franco a Llaudet, presidente del Barça, junto a sus directivos más Elola Olaso y Samaranch. La foto muestra a Llaudet leyéndole unas cuartillas a Franco y el pie explica que en el acto le regaló “una labor de artesanía, La Sagrada Cena, en mosaico, como recuerdo de la visita”.

Javier Barroso, presidente del Atlético, se muestra feliz por la clasificación, pero se lamenta: “En el Metropolitano podríamos haber reunido setenta mil espectadores. Entre el viaje y la menor taquilla esto nos ha costado cuatro millones”. Los dos partidos los jugaron: Madinabeytia; Rivilla, Chuzo, Calleja; Ramiro, Glaría; Jones, Adelardo, Mendonça, Peiró y Collar. La final fue contra la Fiorentina, campeona vigente. Hubo empate (1-1) y el desempate se retrasó hasta septiembre, porque se echó encima el Mundial de Chile. Ganó el Atlético, 3-0, con esa misma alineación, salvo Griffa por Chuzo. Griffa era el titular. Chuzo, comodín de categoría, le había suplido en las semifinales y en la primera final. Aquel equipo aún me sigue pareciendo el mejor que le he visto al Atlético.