Menottismo y bilardismo o guardiolismo y cholismo
Hace algunos años Argentina vivió un crudo debate entre la escuela de Menotti y la de Bilardo. En realidad, actualizaba (en aquel tiempo) un conflicto entre dos escuelas.
Menotti representaba lo más castizo (en el buen sentido) del fútbol argentino: la inspiración individual, el buen manejo del balón. El juego puro. Bilardo invocaba una versión más ‘científica’ del juego, aprendida en gran parte de su entrenador en el Estudiantes de la Plata, Osvaldo Zubeldía. El culto al estudio del rival, a la pizarra, a las jugadas ensayadas… Sin desdeñar la trampa. Tirarse, robar tiempo, provocar…
No es que las dos escuelas desdeñaran lo del otro lado, ninguna se presentaba en estado puro. Menotti daba instrucciones: “Si voy vuelvo, si vuelvo, voy”, decía a sus jugadores para enseñarles a amagar y a desmarcarse; hacía hincapié en la posesión, en mover el balón “porque la jugada aparece sola, no hay que precipitarla”. Y, por supuesto, colocaba a sus jugadores.
Tampoco Bilardo era tan estricto en lo suyo. De hecho, ganó un Mundial a base de darle libertad a Maradona para que hiciera lo suyo, a cambio de esclavizar a los otros en el sistema. Eso sí: era capaz de llevar sus tretas al extremo de poner agua contaminada al alcance del rival, como hizo con Brasil en el Mundial de Italia.
Aquel debate llegó a España, en parte porque los dos pasaron por aquí, en parte porque pasaron muchos otros argentinos, en parte porque todo lo del fútbol nos interesa.
Se llegó a presentar, creo que erróneamente, como un debate entre lo bello y lo útil. Lo bello sería lo de Menotti, algo apreciable por su cariz romántico. Lo útil, lo de Bilardo, que se suponía que era lo que daba mejores resultados.
Menotti replicaba: “¿Qué es ser resultadista? Nadie ganó más mundiales que Brasil”.
Y yo estoy de acuerdo en eso. Brasil ganó mucho a base de jugar generosamente y al ataque, fiado principalmente en el talento de sus jugadores. Del mismo modo ganó mucho, lo cuenta la historia, el Wunderteam de Austria, la Hungría de Puskas, el Madrid de Di Stéfano, el Ajax de Cruyff, el Milán de Sacchi y tantos otros, hasta llegar a la España de estos tiempos y al Barça de Guardiola, ejemplos más recientes.
Sí, por en medio ha habido otros. El Inter de HH, Italia en algunas ocasiones, Grecia en la Eurocopa de Portugal. Claro que los ha habido. Pero la historia registra menos victorias de este estilo (legítimo, por otra parte) que del contrario.
Y este aspecto es esencial. Debe recordarse una y otra vez: se gana más veces, se ha ganado más veces, jugando la carta del talento que la carta de la táctica egoísta. Sin embargo, por algún extraño reflejo, llamamos ‘resultadista’ al estilo que ha dado peores resultados, y ‘romántico’ al que los ha dado mejores.
Digamos, ‘grosso’ modo, que el modelo feo ha dado un tercio de títulos, mundiales, europeos o nacionales, y el modelo bonito los otros dos tercios.
Sin embargo, hay una pulsión que lleva a considerar que lo ‘útil’ es lo contrario de lo ‘bello’. De hecho, esa manera de pensar ha dado lugar a una pregunta tramposo: “¿qué prefieres, jugar bien o ganar?” Como si fuesen cosas antagónicas. Prefiero que mi equipo juegue bien y gane. Y si ha de perder, prefiero que pierda jugando con atrevimiento, porque algo me queda. Si gana jugando bien estaré muy contento. Si gana jugando mezquinamente, estaré contento a medias. Si pierde jugando bien, estaré disgustado a medias. Si pierde jugando mal, estaré desolado.
Pero, decía, hay una pulsión que me parece irremediable, y que ahora asoma de nuevo. Cuando Brasil, con un equipo de ensueño, perdió en España contra Italia (cuyo equipo entonces, contra lo que se ha dicho, tampoco era una cumbre del cerrojo) se descarriló tanto que cambió su modelo, llenó su medio campo de ‘dungas’ y no ha vuelto a ser lo mismo. Clemente ganó dos Ligas con el Athletic y eso le dio licencia para ser seleccionador español durante un montón de años. Cuando Grecia ganó aquella Eurocopa de Portugal volvimos a escuchar la misma cantinela:
-Claro, así es como hay que ganar.
Ahora vuelve el asunto, en versión más nacional, con la caída del Bayern de Guardiola ante el Cholo Simeone en las semifinales de Champions. Las dos concepciones del fútbol, nuevamente enfrentadas. Simeone, capaz de echar un balón al campo para embarullar ante el Málaga o de producirse violentamente contra uno de sus ayudantes, sacó de la Champions con su esforzado grupo de defensores combativos al Bayern de Guardiola, que además contaba con mejores jugadores.
Bien. Demos mérito a Simeone. Con menos cartas ha metido al Atlético ahí arriba, en la élite europea. Eso es muy de apreciar. Para eso están los entrenadores y sus sistemas, para eso nacieron: para que el grupo de peores jugadores pudiera igualarse al grupo de mejores jugadores. Para acortar o anular la distancia entre los menos buenos y los muy buenos. A veces lo consiguen y hay que admirarlo, pero eso no debe llevarnos a decidir que eso es lo que hay que hacer. Eso es lo que hay que hacer, en todo caso, cuando se tienen peores cartas. Cuando se tienen las mejores cartas, hacer eso es absurdo.
Esto último, por cierto, se ha experimentado exhaustivamente en Italia durante años, estaremos de acuerdo. Y el ‘resultado’ de ese fútbol ‘resultadista’ es que el Calcio se ha hundido. Ha perdido aficionados en su país y prestigio fuera de él. Ambas cosas a raudales.
Ahora temo que baje el Rayo, que se ha mantenido cuatro temporadas en Primera, con plantillas renovadas cada año, a coste cero. Se ha mantenido desde un modelo de atrevimiento de su entrenador, Paco Jémez, que ha hecho del Rayo algo así como el Barça de los pobres. Todos estos años he escuchado que así no se podía jugar, que así bajaría. No ha bajado. Ahora está a punto. Pues bien: ¿alguien me asegura que no hubiera bajado antes, durante o después con todo el equipo en su área, mandando gorrazos hacia arriba? Hace años que vengo observando que sistemáticamente los que bajan han hecho eso, y generalmente con dos o tres entrenadores en el mismo curso, y con la misma receta.
La Historia la escriben los vencedores. Y la Historia da vueltas. Pero conviene leer la Historia siempre, y no dejarse avasallar por el ruido que nos llega cuando el modelo mal tenido como útil gana. Es respetable, es incluso plausible como método para suplir ciertas deficiencias.
Otra cosa es que haya quien se harte de escuchar que sólo hay un modelo posible de fútbol, como si eso implicara una superioridad moral. Hay quien se queja de eso y lo entiendo. Ninguna de las dos formas antagónicas de plantear el fútbol saca almas del Purgatorio. Pero es cierto que una de las dos es, además de más bella, más útil. La otra es un recurso sabio y trabajoso para el que tiene peores jugadores. Pero un mal método cuando se tiene en la plantilla más talento que el de enfrente.
Te recomendamos en Blogs
- AXEL TORRES | LA RADIOGRAFÍA La Eurocopa debilita al Chelsea
- JULIÁN BURGOS El iceberg amarillo del Titanic Chelsea
- JUAN CRUZ El Barcelona se suma al centenario de Luis Berlanga
- PASABA POR AQUÍ | PANCHO VARONA ¿De quién es Messi?
- SIN CADENA La Mallorca 312 y la Alberto Contador reaniman el calendario
- OPINIÓN Alonso tiene un arma poderosa