El Real Madrid visita a su expresidente dominico

El 3 de abril de 1963, el Madrid visitaba a Osasuna, a tres jornadas del final. Partido sin trascendencia para el Madrid, que se había proclamado campeón dos jornadas antes, a falta de cinco. Así de fuerte estaba. Más comprometido era para Osasuna, que andaba en riesgo de descenso. Le bastaría con ganar sus dos partidos en casa, pero el primero de ellos era contra el Madrid, que aunque ya era campeón viajó con todos sus titulares excepto Di Stéfano, lesionado.

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El grupo llegó la víspera y se alojó en el Hotel Castillo, como solía. Pero el propio sábado hizo una visita discreta e inesperada al Seminario de Dominicos de Villava (el pueblo de Indurain), a tres kilómetros de la capital. En el seminario fue toda una revolución cuando aparecieron de repente los Puskas, Gento, Amancio, Santamaría y demás, entre los que se incluían dos navarros, triunfadores en Osasuna antes de ser traspasados al club blanco, Zoco y Félix Ruiz. Zoco, que ya no está entre nosotros, me contó alguna vez aquel revuelo, que recordaba bien. Hasta pelotearon con algunos seminaristas.

¿Y qué hacía el Madrid visitando aquel lugar? La explicación está en la figura de un expresidente, Rafael Sánchez Guerra, cuya vida fue toda una peripecia. Sánchez Guerra fue periodista y político y llegó a alcanzar el grado de secretario general de la República, mano derecha de Alcalá Zamora. Ya su padre, José, había sido importante político, con varios cargos que incluyeron la presidencia del Gobierno, la del Congreso y diversos ministerios. Monárquico convencido, propició una célebre intentona contra la dictadura de Primo de Rivera, que fracasó.

Su hijo, Rafael evolucionó a republicano. Colaboró con Alcalá Zamora en la creación de Derecha Liberal Republicana. Socio del Madrid, salvó de un apuro al club cuando Indalecio Prieto, a la sazón ministro de Obras Públicas con Azaña, aprobó el proyecto de prolongación de la Castellana y creación de los Nuevos Ministerios. Un eje que, partiendo de la plaza de San Juan de la Cruz, donde terminaba el trazado anterior, tiraría en oblicuo hacia la derecha para empalmar con la carretera de Burgos, atravesando de lleno los terrenos de Chamartín, el campo del Madrid. El club sería indemnizado con unas cantidades por expropiación de terrenos que no compensaban, ni de lejos, lo que le había costado construir el campo. Era la ruina. Desde su puesto de secretario general de la Presidencia, Sánchez Guerra consiguió modificar el plan, dando lugar al trazado actual, que respetaba la instalación madridista. En 1935 se presentó a la presidencia del Madrid y ganó, sin duda porque se le reconocía aquello.

Así que cuando llegó la Guerra Civil, en julio de 1936, era el presidente del Madrid. Alcalá Zamora había sido depuesto de la presidencia de la República en abril de ese año, y Sánchez Guerra, por tanto, abandonó la secretaría. Pero seguía en política. Ahora era concejal del Ayuntamiento. El golpe de Estado le cogió en San Rafael, pero regresó a Madrid a hacerse cargo de sus obligaciones. Fue de los pocos mandos responsables que se quedaron en Madrid durante toda la guerra, como Julián Besteiro, tratando de mantener el orden. Cuando, tras tres años de asedio, cayó Madrid, rehusó dos plazas, para él y su mujer, en el avión en el que Casado y otros se fueron a Valencia. Con Julián Besteiro esperó en los sótanos de Hacienda la llegada de las tropas franquistas.

Posiblemente pensó que no tenía nada que temer, nada que le empujase a huir. El golpe había sido dado, según sus primeras formulaciones, “para salvar la República”, él no había hecho más que cumplir con su deber. Era católico, tenía gran prestigio e incluso una condecoración militar cuando acudió como soldado voluntario de cuota a la guerra de África, donde fue herido.

Pero en la barbarie de aquellos días, en los que cualquier cosa podía pasar, le condenaron a 30 años y un día. El general Antonio Barroso y Sánchez Guerra, primo suyo, que había sido jefe del Estado Mayor de Franco y que llegaría a ministro del Ejército, consiguió rebajarle la pena a 28 meses. Cuando salió, se encontró sin ambiente ni trabajo, así que se fue a París en 1944, una vez liberada la ciudad por el Ejército aliado. Salió clandestinamente, aunque probablemente ayudado por su primo. Allí retomó el periodismo, creó la Agencia de información API y fue ministro en el exilio del Gobierno republicano de José Giral. Cuando falleció su esposa, en 1959, y por promesa que le había hecho a esta en el lecho de muerte, decidió profesar como dominico. De nuevo su primo, Antonio Barroso, ya ministro del Ejército, influyó para que pudiese regresar. Incluso asistió a su toma de hábitos, como lo hicieron los hijos del nuevo dominico. El acto de produjo el 5 de noviembre de 1960.

Según nos contó años después a Bernardo Salazar y a mí uno de sus hijos que hizo su vida en París pero venía a veranear a Colmenar Viejo, retomó su cariño por el fútbol, que seguía por la prensa y la radio. Y arbitraba los partidos de los seminaristas.

Para 1963 estaba enfermo de cáncer. Le habían tenido que extraer un riñón. Bernabéu, que se enteró, organizó esta visita, aprovechando el viaje del equipo para jugar en Pamplona. Zoco le recordaba “como un hombre consumido, se le veía mayor de lo que me dijeron que era, pero muy inteligente hablando, con buen espíritu, y se emocionó mucho. Lo único que sintió fue que no hubiera estado Di Stéfano”.

Aquella visita dejó comentarios en el seminario para años. Cuando el eco llegó fuera, un redactor de Pensamiento Navarro consiguió entrar en contacto con Sánchez Guerra, que accedió a hacer una pequeña declaración: “Conviene que se sepa, para agradecer en la medida de los merecimientos de tal detalle. Quedan pocas cosas, a través de los actuales directivos, que me enlacen con la época en que fui presidente. Pero es hermoso saber que hay continuidad, apego a los hombres de ayer, lealtad a los que pasaron. Me he sentido muy contento. Y creo que toda la población del seminario lo ha agradecido”.

La visita llegó oportuna. Sánchez Guerra falleció el 2 de abril de 1964, con 66 años. Faltaban unos días para que se cumpliera el año de aquella sorpresa. El Madrid envió una gran corona. ¿Y el partido? El Madrid no hizo más concesión que dejar fuera a Zoco y Félix Ruiz, para que no se vieran en un compromiso. El choque fue bravo y disputado. Acabó 1-1. Osasuna pensó que podría bastarle, pero ese mismo día ganó por sorpresa el Deportivo en San Mamés, pésima noticia para los navarros, que dos semanas después bajaban a Segunda.