A rey muerto, rey puesto. Mourinho confirmó su marcha del Real Madrid en boca del presidente y sin ni siquiera abandonar la escena del crimen, su club ya tenía apalabrados hasta dos candidatos para sustituirle. Uno, el preferido -Ancelotti-, al que sólo le ata una cláusula de rescisión en París por la que anda ahora regateando con el jeque. Y dos, el segundo plato -Jupp Heynckes-, al que le sobra currículum y el que no conoce el rencor tras ser infravalorado en 1998 después de alzar nada más y nada menos que la Séptima. Las encuestas, en nuestra web o en otras más de aquí y de allá que pueden visitar, sitúan en estos días al técnico del Bayern por encima de cualquier otra alternativa para el Bernabéu, al italiano de los peor valorados y a Jürgen Klopp, del Borussia, entre ambos. Curioso si uno echa un vistazo a las vitrinas de Carlo y chocante si, por el contrario, se analiza la terquedad de Florentino Pérez por hacerse con el técnico del PSG, a pesar de que haya que pagar 7,5 millones de euros por su libertad. Total, ya acoquinó cuatro por Pellegrini y el doble o más por Mourinho.
Con Ancelotti en mente, llevo días dándole vueltas al asunto para intentar comprender la elección del Madrid pese al escaso entusiasmo que ha suscitado esta idea entre su afición. Pensaba que, de verdad, la actual directiva manejaba encuestas internas y éstas le influían y le hacían cambiar el paso. Al fin y al cabo un mandamás quiere adeptos y esquiva a los críticos. Pero no. En este análisis no encuentro más justificación para elegir a Ancelotti que la ansiada Décima. Otra vez. Qué pesadilla. Todos los caminos llevan a la misma obsesión. Ante la nueva salida de un entrenador, el Madrid ha podido decantarse por una línea continuista. Algo lógico si tanto la defiende y le enorgullece. Pero sólo Karanka, Rui Faria o el mismísimo Jimmy Jump serían capaces de perpetuar la especie. El equipo también podría haber elegido ordenarse en torno a un nuevo ideario. Más amable y menos autoritario. Pero eso sería reconocer un error reciente. E incluso el Madrid podría haber mirado entre el abanico de entrenadores disponibles y elegir al que más veces haya reinado en la Liga. Para recuperar la hegemonía perdida. Sin embargo, sería un problema mayor. De los vivos, el líder es Johan Cruyff (cuatro Ligas). Y ni el madridismo le recibiría bien ni él está por la labor de volver a madrugar. Del resto, el Madrid del siglo XXI prefiere no reparar. Por antiguos, ‘pseudomadridistas’ o culés: Beenhakker tiene tres títulos, como Guardiola, y dos poseen Del Bosque, Capello, Benítez, Rijkaard y Van Gaal. La idea, por tanto, es clara para acabar con esta pesadilla: centrarse de nuevo en la Champions, el cortijo del Madrid, y optar por un técnico que mantenga una relación especial con esta competición. La mejor y la más intensa.
Y ahí Ancelotti es el amo. Mejora lo presente. Si Mourinho era el semifinalista por excepción en busca de su tercera ‘Orejona’, el italiano le iguala en títulos y le supera en finales (tres a dos). Pero no es sólo eso. Carlo es uno de los 18 preparadores capaces de ganar más de una vez la máxima competición europea (sólo Bob Paisley ganó más, tres, con el Liverpool) y es uno de los pocos que han logrado dos Champions -llamada así desde la temporada 1992-93- junto a Mou, Ferguson, Hitzfeld, Del Bosque, Heynckes y Guardiola. Pero, sobre todo, Ancelotti podría haberse ganado al Madrid y a los que lo regentan porque integra el prestigioso ‘Club de los Seis’. Así se originan los caprichos. Y éste es bueno, único y mayúsculo. Ha sido capaz de ganar la Copa de Europa como jugador y como entrenador. Casi nada. Lo hizo de corto con el Milán en la temporada 1989 y 1990 y después en el banquillo en la 2003 y 2007. Los otros tocados por la varita mágica no estaban al alcance del Madrid para ser ahora fichados. Él sí que es ‘The Special One’. No todo se puede comprar.
Miguel Muñoz fue el primero en lograr tal proeza y por ello presume desde lo más alto. Fue campeón como jugador en 1956 y 1957 y, más tarde, como entrenador en la campaña 59-60 Trapattoni está de retirada con la selección de Irlanda (lo hizo en 1963 y 69 en el campo, y en 1985 en el banquillo). Y de los otros tres componentes del selecto grupo culé -Cruyff, Rijkaard y Guardiola- sólo el segundo estaría a tiro (en paro), pero ninguno de ellos sería bien recibido en Chamartín tras amargar más de una vez al madridismo y porque, su estilo, aun siendo brillante y continuista, no encajaría.
Esta puede ser la razón más material de todas para que el Madrid insista en ponerse en manos del señor de la Champions, Ancelotti. Aunque también las hay afectivas. Tras probar durante esta última década todos los estilos y todos los atajos para ganar la Décima, ahora se necesita alguien que aúne las virtudes ya conocidas en otros y, a la vez, repare los defectos encontrados por el camino. Nada más llegar, se necesita a un entrenador que sea capaz de compactar un vestuario resquebrajado por los roces. Y Ancelotti tiene fama de conciliador. Eso mismo asegura Maldini en el prólogo de la autobiografía del técnico ‘Preferisco la coppa’: “El secreto de nuestras victorias estaba en su normalidad. Hay que saber tener ese equilibrio y mantenerse por debajo del podio de quienes hacen los fuegos artificiales delante de las cámaras”. Además, sabe respetar la historia y, sobre todo, a la afición. Ultrajada últimamente: “Sería bonita una final Milán-Real Madrid por lo que son y lo que fueron. El Bernabéu es un estadio que me gusta muchísimo por la atmósfera que se crea”, dijo el 8 de marzo de 2003 antes de medirse al equipo blanco. Y, para colmo, ha vivido mil y un capítulos en Europa que le harían manejar ahora las situaciones importantes como no se ha hecho en este milenio. Entre otros, perdió una final que tenía ganada (ante el Liverpool), ganó otra por esos penaltis que tanto miedo dan por el Bernabéu, fue protagonista en aquel 5-0 al gran Madrid como jugador y luego le ganó de nuevo a los galácticos 1-0 en San Siro como técnico. Parece que sabe dar la talla. Lograr ascensos, ganar también la liga en Italia, Inglaterra y Francia, junto al hecho de levantar copas republicanas o monárquicas, Supercopas locales o europeas y ganar un Mundial de clubes no es sencillo. Aunque alguno ya estará enumerando los fracasos o los baches en su carrera.
Quizás, su probable llegada también haya sido crucial para recobrar el optimismo y avivar los mejores recuerdos de la Champions. Falta hace. Zidane, el héroe de la Novena, se ha animado por fin a aportar sus conocimientos como manager e irá de su mano para realizar los fichajes (Varane ya fue suyo). Sólo hace falta saber si tanto mensaje subliminal escondido tras un solo fichaje hará variar pronto las encuestas que cuestionan su obra o si la ilusión sólo fluctuará a tenor de los resultados.
Puestos en el segundo de los casos, convendría avisar. Por si finalmente sale de Francia sano y salvo. Si no gana nada aquí será uno de tantos. Si logra algo sería un revulsivo. Si levanta la Champions, un mago. Y si consigue que Kaká sea como aquel al que entrenó en el Milán, un santo.