Mr. Pentland

Míster Pentland fue justo lo que la mayoría llevamos dentro: un entrenador. El precursor y más innovador. Este rincón tratará de su gremio. De los inicios, las trayectorias y las anécdotas de sus sucesores. Modestos y profesionales. Españoles y foráneos. De club o seleccionadores. Bienvenido. Pase y tome asiento.

Autor: Alfredo Matilla

Técnicos al poder: Mendilíbar, Mel, Djukic y mucho amago

La Liga llegó al final de su primera vuelta y, además de la abolición de la bipolaridad, hay un dato a subrayar. Por ser novedoso, por recordar otras épocas y porque confirma un cambio de ciclo: sólo tres entrenadores han sido destituidos en Primera. Para encontrar tanta paciencia en los clubes hay que remontarse a 2001 (dos despidos en la primera vuelta) o más, a 1991 (dos también, uno de ellos Antic siendo primero con el Madrid). El más tempranero en la presente campaña fue Mendilíbar. Cesado en la cuarta jornada como consecuencia de la poca confianza que ya tenía la nueva directiva de Osasuna en él en el curso anterior. El segundo Pepe Mel, con el beticismo de su parte. Y casi a la vez Djukic, con más apoyos en la grada de Mestalla que la plantilla y como escudo de Salvo. Javi Gracia, Garrido y Pizzi, tras un partido con Nico Estévez de interino ante el Madrid, les sustituyeron respectivamente. El dato podría apuntar a una nueva conciencia adquirida en los palcos. Pero no nos engañemos. Las crisis mueven el mundo y, aunque el fútbol siempre parece ajeno a los problemas de los demás, esta vez no se ha escapado de sus garras. Sólo por eso, por la dichosa crisis, España respeta hoy en día a sus técnicos más que las otras grandes ligas europeas. Finiquitar está prohibido.


Mel

La Serie A italiana ya se ha cargado a nueve entrenadores: Allegri (Milán), Nicola (Livorno), Petkovic (Lazio), Liverani (Genoa), Delio Rossi (Sampdoria), Sannino (Chievo), Pioli (Bolonia), Maran y Luigi de Canio (Catania). En la Premier hubo seis despidos: Di Canio (Sunderland), Holloway (Crystal Palace), Jol (Fulham), Clarke (West Bromwich), Vilas-Boas (Tottenham) y Mackay (Cardiff City). En Francia, cinco entrenadores hicieron las maletas antes de tiempo: dos que dimitieron (en el Montpellier y el Sochaux), más Baup (Marsella), Ravanelli (Ajaccio) y Daniel Sánchez (Valenciennes). Y cuatro fueron puestos en la calle en la Bundesliga: Labbadia (Sttugart), Fink (Hamburgo), Wiesinger (Nuremberg) y Slomka (Hannover). Antes, España era la que daba que hablar por la impaciencia de sus presidentes. La temporada más sonrojante fue la 88-89, cuando hubo 23 despidos de septiembre a mayo (el Atlético echó a cuatro).

Gil

Crisis ha habido muchas, incluso guerras, y la Liga nunca había actuado tan condicionada. Quitando la época entre la muerte de Franco y la llegada de la democracia (con huelga incluida) donde sólo hubo cuatro despidos en todo el curso, las decisiones en el fútbol no se vieron condicionadas por la situación económica. En plena II Guerra Mundial, con la precariedad como nota general, se despedía. En la dictadura, con el atraso que mantenía a España a mucha distancia del resto de Europa, se despedía. En los peores años del socialismo con varias huelgas generales a Felipe González, se despedía. Y del 92 al 94, cuando la crisis más parecida a la actual azotó al país, también se despedía. Era una moda. La solución más fácil a los problemas.

Jémez

La costumbre de despedir a la ligera estalló en la campaña 1979-80, con 13 entrenadores destituidos en una temporada completa. Hasta entonces, la manera de proceder era diferente. De los primeros siete campeonatos de Liga (empezó en 1928), en seis acabaron los mismos entrenadores que empezaron. Sólo en la primera edición hubo un cambio. En el Barça. Y porque Romà Forns dimitió al irse el presidente, Arcadi Balaguer. Lo normal era confiar, ya que las exigencias no eran tantas. El Madrid, por poner un ejemplo de un equipo que aspiraba a todo y que por tanto debía tener menos paciencia que otros en busca de sus objetivos, cambió a su primer técnico en el curso 42-43. Y la primera vez que sustituyó a dos en una misma temporada fue nueve años más tarde. Todo un escándalo, claro. El Madrid acabó undécimo.

Los primeros años de la Liga, entre la precariedad económica y la bisoñez del fútbol profesional, había pocos despidos. En los años cincuenta, los presidentes comenzaron a animarse. Se veían como gente influyente y con poder. Y lo ejercían. Cuatro destituciones en la 51-52, siete un año después, 10 en la 58-59, 12 en la 60-61... El atrevimiento crecía a la vez que la imprudencia. Hasta que el Atlético comenzó a originar su leyenda de machaca-entrenadores. En la temporada 1963-64 se cargó a cuatro. En la 92-93 a cinco y en la 93-94 repitió. Una locura con el sello Gil y Gil.

En 1971 se pasó de la Liga de 16 equipos a la de 18. Y en 1987 se dio el salto a la de 20. Ahí, comenzaron a endurecerse los objetivos de permanencia, se fueron ampliando paso a paso las plazas por Europa y, como consecuencia, las exigencias a los entrenadores de los equipos más modestos. Unos equipos querían engancharse al tren de los poderosos y otros no descolgarse a Segunda por la rentabilidad de las taquillas y, varios años más tarde, porque se avecinaban los contratos televisivos. Tan suculentos como imprescindibles. Comenzaba la verdadera carnicería. El Burgos, el Sevilla y el Salamanca fueron capaces de echar hasta a cinco entrenadores en una misma temporada. Las urgencias también se trasladaron a los grandes, no crean. El Barça y el Madrid, acérrimos rivales, ya no se permitían ni un tropiezo. Si uno ganaba, el otro debía hacerlo igual o más. La afición lo demandaba. Así llegó el estrés al Bernabéu. En la temporada 2004-05 el Madrid tuvo tres entrenadores distintos.

Parece que esta pesadilla se ha acabado. Esta crisis no es una cualquiera. La duda es ver cuánto durará la ‘guerra fría’. Habrá que analizar las reacciones futuras. Ver si cuando se regrese a la abundancia -que se regresará, porque esto es cíclico- los presidentes han aprendido o vuelven a las andadas. Ahora, es curioso ver cómo algunos de ellos sólo amagan y se comen las uñas. Sorprende ver cómo Carlos Suárez (Valladolid) promete en voz baja que JIM seguirá hasta final de temporada pase lo que pase. O cómo Martín-Presa ni siquiera se atreve a llamar al orden a Paco Jémez por sus resultados y salidas de tono. O cómo el Betis resopla con Garrido. O cómo el presidente del Almería habla de confianza plena en Francisco pese a la irregularidad desde el inicio de temporada y de haber sido eliminado en Copa por un 2ªB. O cómo Emery, Luis Enrique y Alcaraz fueron capaces de resucitar a Sevilla, Celta y Granada tras una época con la soga al cuello en la que tuvieron el tiempo de reacción que otras tantas veces le hubieran negado. En otra época, todos hubieran ido a la calle. Los entrenadores, por una vez, tienen el poder. Igual se lo han ganado.