Traicionar a Cruyff
El Real Madrid se recicló a tiempo y la jugada le ha salido fenomenal. Pasó del 4-3-3 que le autodestruía, por dar cabida a todos sus fichajes, al 4-4-2 que ahora le compensa y le hace volar. No es nuevo. Ya lo hizo otras veces antes, como cuando ganó una Champions con tres centrales y la última Copa con Isco remangado. Tiene más hambre que soberbia. Por eso no le cuesta corregirse y adaptarse a las circunstancias tirando de humildad. El Barça, justo enfrente, sabe que tiene una tarea evidente por abordar y cada minuto que pierde en reinventarse está dando ventaja a su rival. Desde hace ya dos temporadas el equipo da síntomas de agotamiento con un estilo radical que impuso Cruyff en 1988 y que nadie se ha atrevido a cuestionar o variar. Por cabezonería, valors y quizás por miedo al qué dirán. En el último Clásico se confirmaron las sospechas. Mejor perder tozudamente que cambiar la manera de jugar. Como si atacar estuviera reñido con defender y aprender a sumar con la estrategia. Una terquedad que ante el Celta se acabó por consumar. Algo ha muerto y de momento no volverá. Ahora toca insistir o rectificar. Y ésa es la verdadera tarea por la que se evaluará a Luis Enrique y en la que está empezando a fracasar.
Jugar con un gran ataque que no merece esa defensa ya deja de tener sentido y gracia. El barcelonismo soñaba con que el técnico acabaría con el circo que impide luchar por todos los títulos. Este Barça no puede conceder contragolpes ni córners. Para este plantel, armar la contra es pecado y cambiar de ritmo o ser directo está tan mal visto como atracar. Los hechos delatan al Barça. Y sus declaraciones sonrojan (Xavi: “El Madrid vive de la contra...”). Ya sólo sabe jugar un único tipo de partido. Y, claro, antes le era sencillo. Siempre era él quien mandaba y proponía. Lo malo aparece en la actualidad, con tantos ratos trotando a merced. La diferencia del gran Barça y el actual es que antes, en los años gloriosos de Guardiola, la posesión era una constante amenaza para el adversario contra sus descuidos. Si no cierras o achicas, te mato. Y ahora, muy al contrario, su combinación es un timorato y lento tuya-mía con el objetivo prioritario de no perderla y armar el galope del adversario. En Can Barça ni siquiera la posesión ya da la razón a su filosofía. No hablemos de los resultados.
Cambiar cuesta. Pero si algo no funciona, se antoja necesario intentarlo. Cuando Cruyff llegó al Camp Nou y acabó con el juego más directo que había inculcado Venables o con las contras que tan bien articulaba Luis Aragonés, no se metió a la gente en el bolsillo de primeras. Ganó pronto una Recopa y una Copa porque el Barça siempre fue un grande. Pero otra cosa fue el estilo. Sudó de lo lindo. De hecho, en sus dos primeros años vio cómo el Madrid ganaba la Liga y había tantos elogios a la propuesta como dudas a su eficacia. Tuvo hasta 15 pinchazos en su primera Liga (derrota en casa ante Osasuna incluida). Pero eligió esa propuesta con valentía como vía más rápida para acabar con la hegemonía de la Quinta. Y lo consiguió. Había un plan, la plantilla creía en la idea (ahora casi todos son técnicos por él) y se fichaba en función de su pizarra. Ahora, de nuevo el Barça no sabe a qué juega. Luis Enrique sólo ha hecho amagos de cambiar sin romper del todo con lo que no le gustaba. Y el resultado es un insulso pastiche. Varias decepciones después, Alves sigue sin recambio, Mascherano juega de central los partidos grandes y en el Bernabéu Sergi Roberto y Rakitic acabaron pegados a la banda. El Barça necesita otra fórmula. O ésta perfeccionada. Sin tener por qué renunciar al gusto y al gol, sus principales motivaciones en la vida. Si en las crisis los equipos tienden a reforzar su defensa (priman las de cinco), el Barça pide a gritos hacerlo con su medular, que es donde le brotan las ideas en ataque y donde emanan las ganas de robar.
¿Qué como se hace eso? Empleando la lógica. Si ya no dominas, protégete. Los técnicos, que son los que entienden, sabrán hacerlo. Y me da que algo tienen ya en mente. Los problemas crecen. Simplemente falta el atrevimiento que a Ancelotti le ha sobrado. El Barça, sobre todo ahora que el gran rival es menos frágil y más compacto, que el Atlético dejó de ser una sorpresa y que en Europa hay demasiados dientes afilados, está abocado a cambiar su sistema como medida de supervivencia. No lo digo yo. Lo recuerda el rival. No es casual que el Madrid y el PSG le hayan vacunado. El 4-3-3 actual de atacamos todos y defendemos unos cuantos debería tender a otra cosa. A mí, varios millones y fichajes sin sentido después, la más lógica dadas las características de esta plantilla me parece el 4-2-3-1. Jugar a lo de antes con lo que hay es autoflagelarse.
Porteros hay. Y hasta parecen buenos. Línea superada.
En defensa abundan los centrales. Y por centrales léanse Bartra, Mathieu, Piqué y Vermaelen. Únicamente falta rotarlos por méritos y no por galones e inculcarles que un defensa primero defiende y luego ataca. Ya está bien de cambiar las prioridades.
En medio campo es donde se aproxima la modificación más dura y necesaria. Con Xavi en clara retirada, el doble pivote que cree, piense, compense, robe, corra y muerda, parece incontestable. Ya no habrá otro como el capitán, por lo que hacer el traje a su medida es no parar jamás de coser e hilvanar. Urge un Mascherano-Busquets fijos en el centro para los días feos. Un Busquets-Rakitic para las tardes soleadas. O un Masche-Xavi para fiestas en casa.
Con los pilares claros, el cuerpo pide una línea de tres por delante (ya serían cuatro y hasta cinco medios para defender) donde Iniesta y Neymar normalmente sean los que partan de fuera hacia adentro con la misión de desbordar y sin el miedo de perderla y dejar vendido al personal. Recuerden, siempre habrá dos pivotes por detrás con la misión de las coberturas. El objetivo primordial sería dar a Messi ese puesto entre líneas por detrás del 9 que hace dudar al enemigo y que le permite jugar a sus anchas, maquillar sus escarceos, subrayar su visión y llegar al área por sorpresa. Con Luis Suárez por fin hay delantero con el que se puede reajustar el plan y centrar desde los costados. El uruguayo tiene movilidad, capacidad defensiva y un rol asimilado: saberse bueno pero no el mejor.
Habrá otras estrategias. Seguro. Y no dudo que existirá más de un soci al que le costará cambiar de hábitos. Lo que parece indudable y obvio tras varias costaladas es que la actual quedó obsoleta. Por físico. Porque ya está vista y bien contrarrestada. Y, sobre todo, por la marcha del entrenador que la perfeccionó. Más que insistir conviene rectificar. Lo bueno es que es noviembre y aún hay tiempo para cambiar y volver a disfrutar. Con perdón de Johan. Sin consultar a Zubi (por favor). Por el bien de Lucho.
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