Mr. Pentland

Míster Pentland fue justo lo que la mayoría llevamos dentro: un entrenador. El precursor y más innovador. Este rincón tratará de su gremio. De los inicios, las trayectorias y las anécdotas de sus sucesores. Modestos y profesionales. Españoles y foráneos. De club o seleccionadores. Bienvenido. Pase y tome asiento.

Autor: Alfredo Matilla

Segundo no es lo mismo que segundón

Hay quien ha nacido para mandar y nunca ha recibido órdenes. Hay quien se siente cómodo sin dirigir y reza por no tener que hacerlo jamás. Los hay que han llegado a lo más alto desde lo más bajo como camino natural y celebran que la vida les sonríe. Y hay quienes han recorrido el sendero inverso por los avatares de la vida y les cuesta un mundo adaptarse a lo que ya creían olvidado. Estos son, grosso modo, los prototipos de trabajador más comunes que nos rodean a diario. Ninguno es mejor que otro. Si acaso, van por ahí algo más trajeados. Y estas son también las principales clases de entrenadores que a menudo vemos en los banquillos de élite. Se demuestra, una vez más, que el fútbol no es más que un espejo de la vida.
 
Guardiola, por citar a uno de los más mediáticos, pertenece a la estirpe de técnicos que llegaron a lo más alto sin hornearse al lado de un experto. Hay galones que, como las verrugas, vienen de nacimiento. Rubén Uría, inseparable ayudante de Marcelino que le arropará ahora en Mestalla, lideraría el grupito de los que son felices en el anonimato. Emery es uno de los mejores ejemplos de los que han pasado de los campos de tierra a levantar títulos sin prisa, pero sin pausa, en continua ascensión. Y Schuster, por recurrir a alguno de los que se esperase mucho, estaría entre los que han descendido de repente sin frenos: del estrés de ganar una Liga al retiro de competir en torneos benéficos de golf.

Muñizbuena

La mayoría de entrenadores primero fueron ayudantes. Zidane (acaricia el doblete), Escribá (renovado) y Pellegrino (finalista de Copa) lucen en nuestra Liga y viven días más felices incluso que los que fueron sus profesores (Ancelotti, Quique Sánchez Flores y Benítez). Pero a la mayoría de ayudantes es difícil haberles visto antes como primeros espadas. Lillo es de esas humildes excepciones que se han ganado volver un día a la primera línea de parrilla. Hay que valer para dar un paso atrás, como ha hecho él, por muy buena fama que se tenga, para ser segundo después de haber entrenado a diez equipos. El día que vuelva a volar sin Sampaoli, como está a punto de hacer, habrá dado una vuelta de tuerca más al ciclo vital de los técnicos, demostrando que sólo sobreviven los que mejor se adaptan al medio. En España ya tenemos a un entrenador que puede dar un Máster sobre el fenómeno: Juan Ramón López Muñiz.
 
El asturiano (1968) se formó a la orilla de Juande Ramos hace tres lustros. Maduró en solitario sin él, cumpliendo siempre los objetivos, porque es ideal para ascender y porque es el mejor para atar la permanencia. Volvió a su lado para vivir otra aventura en Ucrania y hace unos años decidió emprender definitivamente solo su camino para reforzar la estabilidad del Alcorcón y para poner ahora al Levante en Primera como sólido campeón. Sobrándole, además, puntos y jornadas. En Santander, donde debutó en la UEFA en 2009, aún se acordarán de haberle crucificado por el pecado capital de haber dejado al equipo 12º en Primera cuando ahora lucha en 2ªB... Su cotización se ha disparado. Como su formación. En el Dnipro gustaba tanto a sus dirigentes que acabó siendo segundo por las mañanas y director deportivo por las tardes. He aquí, a mi juicio y con permiso de otros técnicos ejemplares como Garitano o con más foco como Zidane y Míchel, al verdadero técnico de las últimas semanas. No todos los días surge una esperanza para los que viven en la sombra y una amenaza para los que residen en la cima.