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Miguelón contra la dictadura de los presuntos escaladores

Pedaladas

Vamos a hablar de ciclismo, pedalada a pedalada. De sus gestas y de sus miserias. Desde mi experiencia como periodista en treinta grandes vueltas y en otras múltiples batallas...

Autor: Juan Gutiérrez

Miguelón contra la dictadura de los presuntos escaladores

Atapuerca1 (1)

Hace dos semanas tuve un puñado de días libres y entre las actividades que disfruté incluí una excursión por los Yacimientos de Atapuerca y el Museo de la Evolución Humana de Burgos. Allí conocí al Cráneo 5, también bautizado y popularizado como Miguelón. Ya sabía de su existencia, por supuesto, pero todavía no había tenido la ocasión de visitarle. El arqueólogo David Canales, un excelente guía que combina sus instructivas explicaciones con un fino sentido del humor, nos contó los detalles del descubrimiento. Se trata del fósil de un cráneo y su correspondiente mandíbula, que perteneció a un homo heidelbergensis adulto hará en torno a 300.000 años. Miguelón se encontró en la conocida Sima de los Huesos en julio de 1992; es decir, en plena celebración del Tour de Francia, el segundo que ganó Miguel Indurain.

Julio de 1992. Al escuchar la fecha me dio un vuelco el corazón porque aquel fue el primer Tour de Francia que cubrí como periodista. De repente imaginé a aquellos arqueólogos de la Sierra de Atapuerca trabajando a la par que Miguel Indurain ganaba el prólogo de San Sebastián, o arrasaba en la contrarreloj de Luxemburgo, o sufría ante el ataque del revoltoso Claudio ‘el Diablo’ Chiappucci camino de Sestriere. En esas fechas, Indurain ponía a España patas arriba y paralizaba sus siestas. Incluso en ciertos bares de copas, sobre todo en Pamplona por los sanfermines, era habitual parar la música para que los fiesteros cantaran: “Indurain, Indurain, Indurain…”. Por eso el Miguelón de Atapuerca, aunque sea un apelativo que al navarro no le gustaba mucho, porque nadie de su entorno lo utilizaba y por ello cayó en desuso, es un lindo homenaje a aquellas victorias en una época, no lo olvidemos, en la que el deporte español no estaba tan acostumbrado a celebrarlas como actualmente.



Luxemburgo2 (3)

Curiosamente, cuando regresé al trabajo me topé otra vez con Indurain, esta vez en la información cotidiana. Y por dos veces. La primera de ellas, en el recorrido del Tour de Francia 2014, con esa contrarreloj del penúltimo día que servirá de homenaje al del Villava al rememorar una de sus grandes exhibiciones: la crono de Bergerac de 1994, que ganó sobre 64 kilómetros a un promedio superior a 50 km/h, bajo un calor brutal. Puedo dar fe de ello, porque yo estaba a la caza de declaraciones en aquella llegada. Unos momentos antes de que llegara Indurain, cuando me acerqué a entrevistar al colombiano Álvaro Mejía me confundió con un aficionado, cogió mi libreta y me firmó un autógrafo de lo cegado que cruzó la meta. Sirva esta anécdota como ejemplo de la dureza.

Dos días después de la presentación del Tour coincidí con Indurain en persona en la Dirección General de Tráfico, donde se presentaba un estudio de la Plataforma Ponle Freno, que demostraba, entre otras cosas, que uno de cada cinco adelantamientos en carretera a los ciclistas incumplían la distancia legal de 1,5 metros. Volveré sobre este asunto en otra ocasión. Aproveché el acto para charlar con Miguel y publiqué una pequeña entrevista, en la que destaqué sus críticas a los organizadores de las grandes vueltas, que en su opinión favorecen actualmente a los escaladores.

La miga estaba en esta respuesta: “Es que últimamente les ha dado a todos por poner llegadas en alto, yo creo que con cinco ya son más que suficientes. Además, si pones sólo una crono un día antes del final, le estás dando mucha ventaja a los escaladores, porque a esas alturas de carrera, aunque los especialistas tengan un pequeño plus, ya dependes más de las fuerzas. Si la pones al principio, entonces sí das más vidilla a los rodadores. El ciclismo son más cosas: etapas de media montaña, de montaña con final en bajadas, más largas, más cortas… Este año han puesto también pavés, eso está bien…”.



Dgt

Durante la charla le recordé que en su época lo habitual era dos contrarrelojes largas, otra por equipos y un prólogo. “Para mí eso era mejor, claro”, respondió sin tapujos. Evidentemente, cada uno arrima el ascua a su sardina, pero en buena parte sí estoy de acuerdo con Indurain. A mí no me gustaban mucho los recorridos de su época, porque había exceso de kilómetros contra el reloj y, sobre todo, demasiadas etapas llanas dedicadas al sprint en la primera semana o a la aventura intranscendente en las dos siguientes. Si miro a aquella época por el retrovisor, echo en falta más etapas de media montaña (que también las hubo, como Mende en 1995), más trampas de camino a la meta (como aquella jornada de Lieja del mismo año) o, directamente, algún repechón en las llegadas.

En el presente se han corregido algunos de aquellos defectos, pero sólo en parte, porque se han abierto otra serie de carencias. Sin ir más lejos, el Tour de 2014 sería más completo con una crono corta en la primera mitad y una gran etapa de montaña larga y con varios puertos, a la vieja usanza, donde tengan su oportunidad los escaladores y los fondistas de verdad, no esos ciclistas explosivos tan de moda que nunca atacan de lejos y que hemos rebautizado, erróneamente, como escaladores… Un escalador no se puede limitar a un kilómetro. Ni las grandes gestas se han escrito nunca así.


2 Comentarios

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Jorge

"incumplían la distancia legal de 1,5 kilómetros." Pequeña errata, son 1,5 metros. Gran artículo, eso sí

10/28/2013 07:08:58 PM

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Juan

Ya lo he corregido, gracias Jorge.

10/28/2013 10:21:45 PM