Pedaladas

Vamos a hablar de ciclismo, pedalada a pedalada. De sus gestas y de sus miserias. Desde mi experiencia como periodista en treinta grandes vueltas y en otras múltiples batallas...

Autor: Juan Gutiérrez

Un final de Vuelta festivo y abierto a la imaginación

Dijo Javier Guillén que la Vuelta a España "ha ido recogiendo peticiones" que ha incorporado a su recorrido de 2015. Y lo dijo en la presentación de Torremolinos, justo cuando se refería a dos etapas de la última semana, las de Riaza y Cercedilla, que no acabarán en alto, sino en descenso tras coronarse la Quesera y el encadenado Morcuera-Cotos, respectivamente. Confieso que yo he sido una de las personas que le ha dado la barrila en ese sentido: "Tienes que hacer etapas de montaña que no acaben en alto". Erre que erre. Puestos a pedir, a toro pasado estoy convencido de que hubiera quedado un recorrido más redondo si una de esas dos etapas hubiera acabado en una cima, y una de las del tríptico cántabro-astur hubiera terminado en bajada. Pero tampoco me voy a quejar. Por algo se empieza.


La inclusión de esas etapas ofrece más alternativas sin que la Vuelta renuncie a su espíritu de los últimos años. En la primera semana de carrera se concentran esos repechos marca de la casa, que tienen como objetivo acabar con el tradicional sopor de un sprint seguido por otro sprint, que tan poco aportaba al espectáculo. Incluso el Tour de Francia ha copiado el modelo. Una vez resuelto ese problema, el resto del recorrido se parece al de cualquier gran ronda: buenas jornadas de montaña, especialmente el etapón de Andorra y la de la Ermita del Alba, sin desmerecer a la de la Fuente del Chivo (con el Escudo); una contrarreloj en Burgos de 39 kilómetros, que quizá los clásicos hubieran preferido más larga, y unos trazados por el centro peninsular que permiten lanzar los últimos cartuchos.

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Por cierto, me ha sorprendido que Pedro Delgado mostrara tantas reticencias sobre la etapa de la Sierra de Guadarrama, que no considera ni dura ni resolutiva, cuando precisamente él ganó en ese terreno una Vuelta (en 1985) y tuvo que exprimir todos sus poderes de seducción para salvar otra (en 1989). Es cierto que en esta zona muchas veces no ha sucedido nada, pero también existen los ejemplos contrarios. "Los recorridos dependen de la actitud de los corredores", le dijo Guillén al propio Perico. No hay que irse muy lejos para encontrar la exhibición de Alberto Contador camino de Fuente Dé en un territorio menos exigente. Cuestión de ganas. Y de imaginación. A mí sí me gusta.

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Perico añora en este 2015 esa costumbre reciente de colocar una llegada en alto carismática el penúltimo día: Ancares (2014), Angliru (2013) y Bola del Mundo (2012 y 2010). En 2011 no sucedió así, porque se optó por el histórico y conmovedor retorno al País Vasco. Es cierto que una cima de prestigio asegura el espectáculo, pero la Vuelta ha pretendido este año “no quemar” sus grandes nombres. No son palabras mías, así se lo reconoció el propio Guillén a Delgado: “No queremos quemar la Bola del Mundo”. A cambio, la carrera ha hecho un esfuerzo por buscar hasta nueve cimas inéditas para conmemorar su 80º aniversario. Claro que la Bola hubiera sido un remate glorioso, o incluso hubiera bastado con recuperar para el ciclismo de ruta el ahora intransitable Abantos. Aun así, el final elegido no ha supuesto una decepción para mí. Al contrario, sé que el público responderá como lo ha hecho siempre en la Sierra de Guadarrama. Será una gran fiesta del ciclismo.