Lieja rebosa ciclismo. Es la sede de la Decana, la clásica más antigua: la Lieja-Bastoña-Lieja. Un Monumento. Y también la única ciudad del mundo que ha acogido metas de las tres grandes rondas. Fue salida del Giro de Italia en 2006. También recibió una etapa de la Vuelta a España en 2009. Y en el Tour de Francia, este domingo albergará su undécima llegada, lo que la convertirá en la localidad extranjera más visitada por delante de Bruselas.

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Su estreno fue en 1948, con victoria de Gino Bartali, que acabó ganando aquel Tour, diez años después de haber conquistado el primero y con la II Guerra Mundial por medio.

Uno de los capítulos más recordados es la exhibición de Miguel Indurain en 1995. Y eso que la jornada empezó con susto, cuando el navarro se golpeó el brazo con una espectadora. En las imágenes del directo se le vio tocarse varias veces la muñeca. En la sala de prensa cundió el pánico. Pero fue una falsa alarma.

A unos 25 kilómetros de la meta, en el Mont Theux, Indurain lanzó un sorprendente ataque, el día antes de la crono. Era aún la séptima etapa. Únicamente Johan Bruyneel, que corría en la ONCE, logró ponerse a su rueda, que sólo abandonó al final para birlarle el triunfo y vestirse de amarillo. Durante la cabalgada, Miguel le preguntó por qué no daba relevos. “Porque soy de otro equipo”, le respondió el belga. Efectivamente, por detrás llevaba a sus líderes: Alex Zülle y Laurent Jalabert. Reventados.

Entonces no era habitual correr con casco, pero todo el pelotón iba con chichonera ese día, porque así lo obligaba una ley de Bélgica. Esa es la imagen que ha pasado a la historia. Indurain tirando y Bruyneel detrás. En el tramo final se vio sufrir a la lapa. “Es que esos últimos kilómetros los hice tras moto”, confesó luego Johan.