Corría 1994. Las milicias hutus, una de las étnias más numerosas de Ruanda, eran entrenadas y llamadas a la confrontación contra las tutsis. Se trataba de su acérrimo rival. La Guerra duraba ya cuatro años y su origen histórico respondía a los favores que los colonizadores belgas dispensaban a estos últimos por tener rasgos más "europeizados". El gobierno utilizó las ayudas internacionales para financiar el conflicto. Rifles de asalto, machetes, cuchillos y hachas eran dispensados con sólo rellenar un formulario. Todo valía en esta caza al tutsi.
El Genocidio resultó cruento. Se calcula que más de 800.000 personas perecieron en él, el 20% de la población ruandesa, e incluso el problema se trasladó a países colindantes como Burundi o Uganda. Tal fue la alarma mundial que Naciones Unidas tuvo que intervenir para poner fin. Los tutsis huyeron a donde pudieron; los líderes hutus fueron procesados.