Hoy quiero reproducir un correo que me envió hace unos pocos días un amigo de Zona Roja. No voy a poner el nombre del autor, porque no tengo su permiso, y eliminaré los párrafos que no vienen al caso, pero el resto irá tal cual. Prometí responderle y aún no lo he hecho, pero creo que hoy ha llegado el momento de hacerlo.
“Hola Mariano, el correo es un poco largo pero espero que sea de tu interés.
Me he vuelto a enganchar al football. Soy de los que comenzó a seguir la liga más o menos cuando el plus empezaba a retransmitir, y claro, aún pudiendo pillarle cariño a los cowboys de Aikman o a los últimos años de Marino en los Dolphins, o a SF con Young y Rice o a los Broncos...pues uno se quedó con los Bills (tengo 32 pero recuerdo la foto en la primera pagina de deportes del país con la línea de Dallas pasando por encima de Kelly) y ahora me parece un poco feo dejarlos. Más o menos siempre fui siguiendo la liga (en las menos pues mirar el record de los Bills -desesperante- y saber quienes eran los jugadores dominantes; en las más pues ver mas partidos conocer un poco más a los equipos...) y ahora me ha dado el arrebato final (leerme todo lo que puedo para entender mejor sistemas de juego, introducirme en el mundo college -interminable, laberíntico y apasionante..decenas de equipos míticos con rituales épicos que te hace crecer el interés hasta el punto que dan casi más ganas de ir a ver a Notre-Dame o Alabama que al Ralph Wilson-.
En este arrebato final no acabo de encontrar la respuesta a la pregunta que te hago en el asunto del mail. No se, con tantas temporadas flojas, han tenido varios años con buenas opciones en el draft como para ir seleccionando unos cuantos jugadores sobre los que reconstruir; margen salarial como para fichar realidades rentables... y aún así, en los doce últimos años no han conseguido ni un mísero wild-card (los de finales de los noventa parecen venir de la inercia de los primeros noventa)...me pica la curiosidad...
¿Por que dices que a buffalo no quiere ir nadie?
¿Superstición por las SB perdidas?
¿Por ser un "poblacho" helado al lado de Canadá?
¿El equipo tiene peor estructura que otros?
¿Los directivos son una especie de borderlines que escogen lo que no les conviene a tientas (El cuadro de RW no es como para dejar marchar a Lee Evans -pese a su cagada este año contra los Pats- Fred Jackson es muy bueno, como Marshawn Lynch, pero el 1º tiene 30 y el 2º 25)?
¿Tienen mala suerte en el draft (son muchos años como para que sea mala suerte) y todo lo que pillan sale rana (Losman)?
¿Algún tipo de síndrome de Estocolmo provocado por la ascensión de los Pats con Brady y BB?,
¿No hay proyecto y poca paciencia?
¿Lo poco bueno que aparece por allí se va pitando (M. Lynch, Maybin)?... ¿O explota al irse (Antowain Smith, Antoine Winfield...)?
Yo que sé, alguno de los que están tienen buena pinta (McKelvin, Eric Wood, Dareus si me apuras hasta Spiller) pero da la sensación que después del primer contrato, fogueados durante varios años en la liga, se irán a dar lo mejor a otro sitio...
Si pudieras darme unas breves pistas de lo que sucede, te lo agradecería (en lo bueno parece que poco a poco quieren construir una defensa decente), si tienes pensado tratar algo el tema al hablar sobre la situación y posibilidades de las franquicias para la próxima temporada esperaré paciente...pero creo que el tema da para un post, además en España hay bastantes aficionados a los Bills por aquello de ser de los primeros que pudimos ver en la tele a principios de los noventa.
Un saludo y muchas gracias”.
Mario Williams ficha por los Bills por seis años y más de 100 millones de dólares (50 de ellos, garantizados). Esa es la historia. El notición. La sorpresa de la agencia libre.
Si yo fuera Mario Williams, me hubiera ido a San Diego por la mitad de dinero. Pero él prefiere viajar al norte. Entre otras cosas, por que la única manera que tienen los Bills de convencer a un jugador de que suba hasta ahí arriba, es ofrecerle una pasta inhumana.
En realidad, nuestro amigo toca todas las claves en el correo que me envió. Los Bills fueron un equipo grandioso que consiguió algo increíble entre 1991 y 1994. Disputaron cuatro Super Bowls consecutivas y perdieron las cuatro. Marv Levy (head coach) y Jim Kelly (quarterback), acompañados por otros jugadores míticos como Thurman Thomas, James Lofton, Andre Reed, Cornelius Bennett… se convirtieron en el paradigma del perdedor, cuando formaron en realidad una dinastía mítica e inolvidable.
También hay que tener en cuenta que solo llegaron como favoritos a su primera Super Bowl, contra los Giants. Esa derrota sí que fue inesperada. Sobre todo porque los de la Gran Manzana salieron al campo con Jeff Hostetler como QB de circunstancias tras una lesión de Chris Simms (curiosamente, contra los Bills en la jornada 14) que prácticamente acabó con la carrera del QB. En las tres finales restantes, los Bills llegaron como víctimas frente a Washington, y los Cowboys (dos veces), que eran equipos muy superiores.
En aquella época la Conferencia Americana era claramente más débil que la Nacional. Hay muchas claves que podrían justificar el éxito de aquellos Bills, pero, en mi opinión, su gran secreto estuvo en la capacidad de mantener una ofensiva muy vertical con cualquier clima. Broncos y Dolphins eran los otros gallitos de la conferencia en aquella época, pero Marino se congelaba bajo cero y Eway se colapsaba cada año en playoff (hasta que llegó Terrell Davis para encauzar el asunto).
Los Bills contaban con un hombre más, el General Invierno, que siempre jugaba a su favor. Quizá solo los Patriots de la última década hayan sido capaces de asentar en el campo un ataque fluido y vertical en las peores condiciones climáticas posibles. Kelly emergía bajo la nieve como un gigante para repartir balones increíbles como si el sol brillara en el cielo. Lo malo para ellos es que la Super Bowl, en aquella época, siempre se jugaba en un estadio sureño.
Buffalo está ahí arriba. Mirar tan lejos provoca tortícolis. Lo mismo que nos sucede a casi todos la primera vez que viajamos a Nueva York. Cuando en medio hemisferio norte el personal pasea en bermudas, allí no te puedes meter una llave en la boca porque se te queda pegada.
Kelly pasó a la historia y Marv Levy se retiró con el equipo en franca decadencia. El idilio con el frío terminó, como terminan los matrimonios con problemas. Del amor intenso surge el odio insoportable. La misma arma que les dejó a las puertas del éxito les convirtió en apestados. Bueno, el frío solo es un factor de una ensalada bien aliñada, pero es uno más.
Solo la llegada de Flutie (¡¡¡GRANDE DOUG!!!) pareció revivir la franquicia. Fue un espejismo.
Me diréis que hay otras franquicias que también rozan el reino de los osos polares y que tienen éxito. Todo el mundo quiere ir a los Packers. Eso es cierto, como lo es que todos los creyentes sueñan con peregrinar a su ciudad santa alguna vez en su vida. Me temo que, aunque en menor medida, los Vikings también sufren esa maldición de “aquí no quiere venir ni su padre”, aunque tipos como Favre rompan la norma y su trabajo en los despachos es mucho más efectivo.
Los Bills nunca han ganado nada, siempre han estado en una división complicada, en la que casi nunca han sido favoritos. El clima es frío; el aeropuerto (Buffalo Niagara), de juguete; el mercado potencial, de los más pequeños de la NFL y la gente mira más hacia Toronto que a ninguna ciudad de los Estados Unidos. Buffalo está a un escupitajo, a que su fundador decidiera construir el fuerte al otro lado del río, de ser Canadá. Es más, sospecho que su población tiene mucho más en común con los canadienses que con sus paisanos.
La NFL ha intentado potenciar la franquicia convirtiéndola casi en un equipo mixto, medio canadiense. El plan tampoco funciona. En el norte tienen su propio football americano, con un down menos, un campo interminable y rayas blancas en el balón. Y los canadienses no son tontos. Prefieren ver a los Packers, a los Patriots o a quien sea, antes que a los Bills.
Eso ha provocado que muchos representantes se nieguen a viajar a Buffalo, un agujero negro, para ofrecer a sus jugadores. Cada estrella que llega (de década en década), necesita ser tentada con contratos tan increíbles como el que ha recibido Mario Williams y una alfombra roja desde que aterriza en el aeropuerto.
A eso se le suma un lamentable trabajo de despachos. Sus selecciones de novatos suelen fracasar y sus movimientos se convierten en terremotos. Yo creo que a eso se le suma un bajo nivel de exigencia. Un jugador viaja a Green Bay a ganar. El mismo tipo ficha por Buffalo para cobrar. Falta espíritu competitivo, pero eso no es exclusivo del norte. Browns, Lions o Jaguars saben mucho de eso. Otros equipos, como Cardinals o Saints, consiguieron salir de ese círculo vicioso aunque, ya sabéis lo que dicen, el demonio siempre intenta volver al cuerpo del que le sacaron.
Mario Williams ya es jugador de los Bills. Por fin sucede algo en la ciudad. La portada del periódico del día ya no tendrá que ser el enésimo suicidio en las cataratas del Niágara en el último mes.
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