Mariano Tovar
Nuestra quiniela empieza a coger cuerpo con un Javi López que ha empezado muy bien y un Iñako renacido que le sigue de cerca. De todos modos, aún están lejos de los mejores de nuestro pick’em en ESPN. Esta semana, raidriz y Sabiopelotas (un clásico en el blog) tuvieron catorce aciertos. Una barbaridad si tenemos en cuenta lo complicada que fue la jornada. La general está dominada por Lluis_55, que con 26 aciertos se ha quedado solo en la cabeza.
Y ahora, al tema.
No tengo intención de engañaros. Sabéis que siempre intento ser coherente y razonar mis opiniones con el mayor número de argumentos posibles. Por eso afirmo convencido que todos los que empezasteis a seguir las NFL en la temporada 2011 no habéis visto jugar a Peyton Manning. Y lo peor es que creo firmemente que ya no lo haréis nunca.
El caso de Manning puede tener similitud con el de Michael Jordan. Los que le conocieron cuando militaba en los Wizards dirán que lo han visto jugar, pero es mentira. Si llegasteis a la NBA después de su último anillo contra los Jazz, no tenéis ni idea de lo que era Jordan. Y además no vale ponerse a ver partidos suyos enlatados. Las sensaciones que Air provocaba en directo son irrepetibles.
Pues con Manning sucede lo mismo. Se ha hablado mucho de que repetirá el camino de Montana, que como recordaréis los más veteranos llevó a los Chiefs a postemporada tras abandonar los 49ers. Por un lado, los que vieron a Montana en Kansas y no en la Bahía también vieron solo un sucedáneo. Por otro, las circunstancias que han llevado a Peyton Manning a los Broncos no tienen nada que ver con las del otro mito.
En el momento en que se confirmó la lesión de cuello de Peyton Manning, escribí en este blog que no pensaba que volviera a jugar al football americano. Me equivoqué. Peyton ha vuelto. Pero sigo sin creer que pueda regresar el Manning que conocimos. Esa opinión, que a algunos os pareció algo radical desde el principio, no fue un aire que me dio de repente. En realidad, fue el día 5 de diciembre de 2010 cuando empecé a pensar que el mejor Peyton Manning ya era historia. Ahí es nada.
Un inciso. Muchos de vosotros visteis la última temporada de Dan Marino. Fue en 1999. Marino era la leche. En serio. Provocaba casi las mismas sensaciones que Peyton. Era como un emperador que dominaba todo el emparrillado. Con su portentoso brazo era capaz de llegar a cualquier parte por muy lejana que estuviera y acertarle de lleno a una mosca en vuelo. Como le sucedía a Peyton en los Colts, siempre exigió que sus Dolphins estuvieran hechos a su imagen y semejanza. Intervenía en los fichajes, en la elaboración de la plantilla y del staff, en todos y cada uno de los detalles del equipo.
Pero de repente, de un día para otro, Marino se acabó. En la sexta jornada de 1999 los Dolphins se enfrentaban a New England y el jugador se lesionó en el primer cuarto. Damon Huard le sustituyó aquel día y en las cinco jornada siguientes. El mito se reincorporó en la jornada 12 contra Dallas y ya nunca fue el mismo. Lento de reflejos, dubitativo, incapaz de interpretar a la defensa y de encontrar a sus receptores, desconcertado e irreconocible. Como era un genio, aún tuvo un par de actuaciones sobresalientes, pero la sensación de todos los que le veíamos jugar era de pena. Marino era una sombra de sí mismo. Un lisiado que intentaba luchar en un mundo que le había superado. Como era tan grande, y Huard lo había hecho tan bien en el mes y medio que estuvo al mando, los Dolphins se clasificaron para playoff e incluso ganaron a Seatlle en wild card. Yo en aquellos años seguía a los Jaguars con fanatismo y estaba encantado con que Jacksonville se enfrentara a los Dolphins. La victoria era segura. Lo que nadie esperaba era el 62-7 que no solo terminó con la carrera de Marino, sin también con la del gran Jimmy Johnson, que anunció su retiro como entrenador un día después de la humillación.
¿Y qué tiene que ver esta historia con Petyon Manning? Entre el 21 de noviembre y el 5 de diciembre de 2010, Peyton jugó tres partidos horripilantes. Sus rivales fueron Patriots, Chargers y Cowboys. El QB fue interceptado 11 veces y, a ratos, pareció errático y despistado, incapaz de encontrar receptores y de leer correctamente las rutas. Resignado, abrumado, perdido. En los últimos cuatro partidos de la temporada el bajón quedó olvidado y él recuperó su nivel habitual, aunque contra los Raiders volvieron los síntomas de desconcierto.
Por si solos, esos tres partidos no hubieran significado nada. Para mí se convirtieron en una losa en el momento en que se conoció la lesión de cuello. Era una tormenta perfecta en que se juntaban unos incipientes problemas de lectura con unas seguras secuelas físicas.
Hacer análisis en la NFL es complicado. En las primeras jornadas te llaman insensato, o ventajista, si aprovechas un partido para indicar una tendencia. En las últimas jornadas ya hay muy poco que decir, porque todo lo que sucede tiene antecedentes y es obvio para todo el mundo. Por eso, afirmar que Petyon Manning está casi acabado y que nunca debió volver a jugar será criticado como oportunista o como ojeriza a los Broncos. No lo es. Llevo meses diciendo que nunca debió volver y os puedo asegurar que los de Denver me caen más que bien.
El problema de Manning no es que se haya quedado sin fuerza en el brazo. Eso lo suple con inteligencia como ha demostrado en los dos primeros partidos. El problema es que ya no radiografía todo el campo, ni llega tan lejos, ni se anticipa a la defensa como antes. Como es una animal, sigue dándose cuenta de cual es el pase más letal, pero muchas veces no es capaz de darlo. Además, por mucho que se repita lo contrario, ni la línea ofensiva tiene la calidad a la que está acostumbrado, ni se compenetra con ella como con la de los Colts, ni el grupo de receptores se acerca a la complicidad de sus viejos rockeros en Indiana. Podéis creer que con el tiempo puede conseguir todo eso, pero si algo no tiene Manning, es tiempo.
Ahora ha llegado el momento de que me cure en salud. Un mal partido de Manning sería uno bueno para muchos otros QBs de la NFL. Un genio no claudica sin luchar y estoy seguro de que Peyton tendrá este año algunas actuaciones sensacionales que os servirán a algunos para catalogarme de bocazas. Otra cosa es que sea capaz de llevar a los Broncos a postemporada, aunque los antecedentes de Marino y Montana, sumados a la calidad de la defensa de estos Broncos, quizá sean argumentos suficientes para obrar el milagro (yo no lo espero). Pero todo eso no cambia nada. El lunes, frente a los Falcons, se jugó un cuarto intento y pulgadas en el que volvió a gritar audibles como en sus mejores tiempos. La línea se dio la vuelta al unísono desconcertada, McGahee se acercó un par de veces porque no entendía nada e incluso algún receptor perdió el sitio para intentar enterarse de algo. Resultaba hasta cómico, pero a mí me dio pena. Al final lanzó el balón corto pegado a la banda, y sin ninguna fe, mientras cada jugador corría como un pollo sin cabeza sin saber lo que tenía que hacer. Por supuesto, fue incompleto.
Los que acabáis de llegar a la NFL diréis que habéis visto jugar a Peyton Manning. No es verdad. Estáis viendo jugar a un ser humano. El Manning que conocimos los demás era un dios y obraba milagros cada domingo sin falta.
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl