Pedaladas

Vamos a hablar de ciclismo, pedalada a pedalada. De sus gestas y de sus miserias. Desde mi experiencia como periodista en treinta grandes vueltas y en otras múltiples batallas...

Autor: Juan Gutiérrez

Héctor Sáez: muchos vatios de ilusión contra el viento

Los focos apuntaban a Alberto Contador en su primera llegada en alto de la temporada. También a Fabio Aru. O al potente Sky representado aquí por Geraint Thomas. Nadie se fijaba en aquel muchacho de 22 años que marcaba como una lapa al belga Tiesj Benoot, su principal rival en la clasificación de jóvenes. Héctor Sáez, un ciclista natural de Caudete (Albacete), rebasaba a su oponente en la subida a Fóia y se clasificaba octavo en la segunda etapa de la Vuelta al Algarve. Por delante de Aru. Por delante de Contador.

El triunfo se lo llevó Luis León Sánchez, que ese día acaparó todos los maillots menos uno: el maillot blanco de mejor joven. Héctor Sáez acudió a la ceremonia sin destocarse, con la gorra del Caja Rural bien ceñida. “Es que no estoy muy acostumbrado a los podios”, comentaba después. Aquel resultado animó tanto al manchego que se atrevió a pronosticar: “Me veo entre los diez primeros de la general”. Palabras mayores en una carrera con Contador, Aru, Pinot, Thomas, Izagirre, Gallopin, Zakarin… “El año pasado, tras pasar en junio a profesionales, me metía en las escapadas. Pero esta temporada he adelgazado, subo mejor, y estoy comprobando que puedo aguantar con los mejores. He cambiado de estrategia y creo que me irá mejor así, que podré luchar por victorias”, explicaba Héctor al día siguiente sobre el rodillo, mientras preparaba la inminente contrarreloj de Sagres. Héctor soltaba el cordel a sus sueños.

Una hora después, Héctor Sáez estaba otra vez sobre el rodillo para soltar piernas. Cariacontecido. La contrarreloj no se había dado tan bien como esperaba y Benoot le había arrebatado el maillot. “No sé ni cómo he quedado, he ido mal, mal… He sufrido como un perro”, se lamentaba el joven del Caja Rural. Su compañero Antonio Molina se acercaba para animarle: “No eres el único que sufre, todos sufrimos. Ya irás mejor otro día”. Pero Héctor seguía con el gesto torcido, aunque anotaba esas palabras en una libreta llamada aprendizaje.

SAEZ

En la última etapa, en el Alto de Malhao, los focos seguían apuntando a Alberto Contador, que lograba allí su primera victoria de la temporada. Y a Fabio Aru, que fue segundo. Y a Thibaut Pinot, que cruzó tercero. Y a Geraint Thomas, que ganó la general. Y a Ion Izagirre, que le acompañó en el podio. Héctor Sáez cruzó la meta en el puesto 60º (a 3:22 minutos) y terminó la carrera en el 27º (a 4:53). Ni entró en el top-ten, ni batió a Benoot (16º en la clasificación final). Pero cada pedalada de Héctor seguía cargada de sueños y de ilusión. Como tantos Héctor del pelotón, que a veces ni siquiera llegan a estar tan cerca de los sueños.

Otro manchego, Óscar Sevilla, natural de Ossa de Montiel, contaba siempre que se había convertido en escalador gracias a los muchos kilómetros que hacía contra el viento en los entrenamientos por los llanos albacetenses. “En mi zona hay algo más de montaña, pero yo gasto también muchos vatios contra el viento cuando vuelvo a casa”, cuenta Héctor Sáez. Son vatios de ilusión. Lejos de los focos.